EL MISTERIO TEOLOGICO DEL CUARTO CERRADO.

Páginas: 6 (1429 palabras) Publicado: 1 de diciembre de 2014
El misterio teológico del cuarto cerrado.
Carlos Monsiváis.
Costó enorme trabajo abrir la puerta, y si con hachazos y voces, insistieron los soldados, sosteniendo su temblor con plegarias, se debió a los hedores que herían el olfato como manada de aberraciones. Al entrar al cuarto, el capitán y los sacerdotes que lo acompañaban se consternaron: allí, de bruces, con señales de encarnizamientoen la espalda, y el rostro difamado por el visaje más horrendo hasta entonces visto, se hallaba el dueño de la casa, don Alonso de Bilbao, comerciante en telas. Y el escenario no podía ser más triste: un camastro, unas tablas con ropa, una mesa desértica, una silla, un grabado. Ni un libro, ni una flor, ni un cuadro. Y a la certidumbre del asesinato, otra se añadió al instante: el cuarto estabacerrado por dentro, a piedra y lodo, no había ventanas que propiciaran la fuga, ni puertas ocultas que diesen a un pasadizo decorado con fetos de monjas. Y vino en el acto un conocimiento agregado: nadie visitó al prestamista la última noche que se le vio con vida, y resultaba por entero imposible abrir el cuarto desde fuera, salvo que se acudiese a medidas extremas, que es de suponer dejan huella.A fuerza de sinceridad, la muerte de don Alonso no causó pena alguna, muy por lo contrario. Sin faltarle el respeto a los difuntos, el desaparecido era un prestamista horrendo, el Príncipe del Agio. A él se le atribuían innumerables desgracias, muchas viudas le debían su condición, por lo menos la mitad de los niños que pedían limosna lo hacían a causa de sus maquinaciones. Pero si el asesinatoera más que entendible, las circunstancias ofuscaban. Eran demasiados los que ansiaban eliminarlo, pero ningún ser humano había podido hacerlo. ¿Quién empuñó entonces la daga exterminadora?

En pleno siglo XVII un enigma indescifrable. En la ciudad sólo se hablaba del exterminio del avaro, un asesinato perfecto a costa del ser más imperfecto concebible. Obligado a hacer algo, el virrey leencargó el proceso al oidor don Juan de Valenzuela, hombre de luces varias y virtudes todas. A lo largo de meses y días Valenzuela ahondó en los hábitos del bruscamente fallecido, y supo de su aborrecimiento del mundo, de su desagradable austeridad, de sus sirvientes que sollozaban de hambre, de su dinero escondido en el Arzobispado. Pero ninguna pista en concreto, ningún deudor todopoderoso, ningunaforma de violar el cuarto cerrado.

En el transcurso de la pesquisa, Valenzuela llegó a detestar vívidamente a don Alonso de Bilbao. ¡Qué ser más innoble, qué desperdicio de la Creación! Merecía con creces su exterminio, ¿pero cómo había acontecido? En la frustración, acudió el oidor al supremo recurso: imitar la experiencia del difunto. Y así se hizo. Primero unos sacerdotes bendijeron elespacio sangriento y celebraron misa. Luego, armado hasta los dientes, y cubierto por las cruces que ahuyentarían al mal, Valenzuela se encerró en el cuarto, atrancándolo por dentro, en seguimiento exacto de los recelos de Bilbao. Y para tener al tanto de su situación a los soldados y los curas del otro lado de la puerta, el oidor rezó en voz muy alta, con parsimonia y piedad que arrullaban... hastaque un grito de agonía se esparció como piedra en el estanque, concitando el pavor. "¡Tú! ¡No puedes ser tú!", fueron sus últimas palabras. Se apresuraron a forzar la puerta y allí estaba don Juan de Valenzuela, con el semblante empavorecido, hecho pedazos por la furia criminal.

"Obra del Averno", dijeron todos en las calles mientras se santiguaban. El miedo se instaló por doquier, y nadie seatrevía siquiera a pasar frente a la residencia de Bilbao, ya inhabitable. Y el Señor Obispo, en una de las sobremesas interminables que lo afamaban, planeó la estrategia insuperable: la Prueba de la Convicción. La Alcoba Asesina, como ya se le nombraba, sería el laboratorio de la fe, el cementerio de hipocresías y de mentiras. Si la religión siempre necesita de la ejemplaridad de los creyentes,...
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