El_mito_de_la_caverna_platon
Páginas: 7 (1524 palabras)
Publicado: 29 de julio de 2016
Platón
Imagina unos hombres en una habitación subterránea en forma de caverna con una gran abertura del lado de la luz. Se
encuentran en ella desde su niñez, sujetos por cadenas que les inmovilizan las piernas y el cuello, de tal manera que no pueden
ni cambiar de sitio ni volver la cabeza, y no ven más que lo que está delante de ellos. La luz les viene de un fuego encendido a
una cierta distancia detrás de ellos sobre una eminencia del
terreno. Entre ese fuego y los prisioneros, hay un camino
elevado, a lo largo del cual debes imaginar un pequeño muro
semejante a las barreras que los ilusionistas levantan entre
ellos y los espectadores y por encima de las cuales muestran
sus prodigios. Ya lo veo, dijo.
Piensa ahora que a lo largo de este muro unos hombres
llevan objetos de todas clases, figuras de hombres y de
animales de madera o de piedra, v de mil formas distintas, de
manera que aparecen por encima del muro. Y naturalmente
entre los hombres que pasan, unos hablan y otros no dicen
nada. Es esta una extraña escena y unos extraños prisioneros, dijo.
Se parecen a nosotros, respondí. Y ante todo, ¿crees que en
esta situación verán otra cosa de sí mismos y de los que están
a su lado que unas sombras proyectadas por la luz del fuego
sobre el fondo de la caverna que está frente a ellos?.
No, puesto que se ven forzados a mantener toda su vida la
cabeza inmóvil.
¿Y no ocurre lo mismo con los objetos que pasan por detrás
de ellos? Sin duda.
Y si estos hombres pudiesen conversar entre sí, ¿no crees que creerían nombrar a las cosas en sí nombrando las sombras que
ven pasar?
Necesariamente.
Y si hubiese un eco que devolviese los sonidos desde el fondo de la prisión, cada vez que hablase uno de los que pasan, ¿no
creerían que oyen hablar a la sombra misma que pasa ante sus ojos?
Sí, por Zeus, exclamó. En resumen, ¿estos prisioneros no atribuirán realidad más que a estas sombras?
Es inevitable.
Supongamos ahora que se les libre de sus cadenas y se les cure de su error; mira lo que resultaría naturalmente de la nueva
situación en que vamos a colocarlos. Liberamos a uno de estos prisioneros. Le obligamos a levantarse, a volver la cabeza, a
andar y a mirar hacia el lado de la luz: no podrá hacer nada de esto sin sufrir, y el deslumbramiento le impedirá distinguir los
objetos cuyas sombras antes veía. Te pregunto qué podrá responder si alguien le dice que hasta entonces sólo había
contemplado sombras vanas, pero que ahora, más cerca de la realidad y vuelto hacia objetos más reales, ve con más perfección; y si por último, mostrándole cada objeto a medida que pasa, se le obligase a fuerza de preguntas a decir qué es,
¿no crees que se encontrará en un apuro, y que le parecerá más verdadero lo que veía antes que lo que ahora le muestran?
Sin duda, dijo.
Y si se le obliga a mirar la misma luz, ¿no se le dañarían los ojos? ¿No apartará su mirada de ella para dirigirla a esas sombras que mira sin esfuerzo? ¿No creerá que estas sombras son realmente más visibles que los objetos que le enseñan?
Seguramente.
Y si ahora lo arrancamos de su caverna a viva fuerza y lo llevamos por el sendero áspero y escarpado hasta la claridad del sol,
¿esta violencia no provocará sus quejas y su cólera? Y cuando esté ya a pleno sol, deslumbrado por su resplandor, ¿podrá ver alguno de los objetos que llamamos verdaderos?
No podrá, al menos los primeros instantes.
Sus ojos deberán acostumbrarse poco a poco a esta región superior. Lo que más fácilmente verá al principio serán las
sombras, después las imágenes de los hombres y de los demás objetos reflejadas en las aguas, y por último los objetos ...
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