el mito de la madre

El mito de la madre

Elizabeth Maier*

“Madre también es una metáfora, es el
espacio-tiempo del paraíso perdido.”
Celia Ruiz Jerezano

A. CUERPO E IDENTIDAD1

C

uando hace casi cincuenta años Simone de
Beauvoir (1981; II: 13) afirmó: “no se nace mujer:
llega una a serlo”, aludió a los múltiples y
complejos procesos socioculturales de meticulosa y
disciplinada socialización de lofemenino, que como
identidad social subalterna —construida a partir de un
cuerpo sexuado— se relaciona, se contrasta y se define
frente al sujeto genérico masculino. Simbolizada desde
el imaginario androcéntrico como atada a las fuerzas
naturales de lo precultural —como instinto en primera
instancia— la mujer como producción histórica/cultural
de los regímenes sexo/género patriarcales,oculta en
los misterios aparentes de su ser reproductor la compleja red de influencias económicas, sociales y culturales
que han accionado sobre su cuerpo y subjetividad, para

IZTAPALAPA 45
enero-junio de 1999
pp. 79-106

* Investigadora titular del Departamento de Estudios Culturales de El Colegio de la Frontera Norte (COLEF).

Elizabeth Maier

traducir lo biológico de su naturaleza
enuna naturaleza eminentemente social. Por esto, Bassaglia (1983: 34)
declara que la naturaleza femenina,
aparentemente tan enraizada al pulso
intuitivo e impulsivo de la esencia vital,
es en realidad una naturaleza culturalmente fabricada, que responde a fines
de mantenimiento y reproducción de los
sistemas sexo/género androcéntricos
y que implica condicionamientos en
cuanto a la divisiónsexual de la geografía social y a los ámbitos de competencia, realización y expresión femenina.
En una crítica radical a los límites
políticos implícitos en lo binario de la
categoría de género, Butler (1990) advierte que dicha categoría descansa en
la imposición de la heterosexualidad
obligatoria y en una erótica falocéntrica producida discursivamente y productora de la simbolización delcuerpo
femenino como un cuerpo materno instintivo, es decir, con una primordial
misión materna. Por esto, la autora
propone que el concepto de género no
es, como habían pensado las feministas teóricas de los setenta y los ochenta,
el último eslabón genealógico para entender la política económica de la sexualidad. Por el contrario, ella sugiere
que dicha categoría encubre otras
atadurashistóricas/patriarcales, relacionadas con la administración de la
reproductividad femenina y manifestadas en la simbolización de la maternidad
como instinto y como deseo primordial
de todas las mujeres.
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Según Butler, la garantía social
de contar con mujeres reproductoras
—madres instintivas— yace en la imposición de la heterosexualidad como la
única preferencia sexual aceptada socialmente yen el falocentrismo como
eje del ejercicio sexual. Basada en dicha
argumentación, Butler cuestiona la
propia categoría de género en cuanto a
sus limitaciones para encauzar una
transformación radical del orden androcéntrico, debido al encierro de su potencial analítico dentro de la misma lógica
de la relación binaria entre lo masculino/femenino. Con dichos planteamientos la autora inicia unanueva
revisión de la relación entre sexualidad
y cultura, particularmente en cuanto a
la dialéctica de identidad femenina/
cuerpo de mujer, señalando a la maternidad como la clave cultural que explica
la relación de poder entre los géneros
en los regímenes patriarcales.
“Cautiverios”, llama Lagarde (1990)
a las maneras socialmente definidas de
expresar lo femenino, refiriéndosefundamentalmente a las formas tipológicas
de ser mujer (en México) —como la que
ella llama la madresposa o la puta, la
monja o la loca—, pero remitiéndose a
la vez a los ámbitos de la geografía social
asociados a dichas tipologías, como la
familia, la casa, el mercado, el salón de
belleza, la escuela de los niños, los parques, las tortillerías, los conventos, los
clubes reductivos, los burdeles,...