el modernismo en españa

 El modernismo en España

Para alzar un mapa de esta estética en España es útil la perspectiva de la recepción, adoptada por estudios recientes;su ventaja es hacer visible la multiplicidad de las fuerzas que entran en juego, más allá de la historia singular de libros y autores.Antes de la célebre reseña de Azul de Rubén Darío por Valera (1888) hay testimonios de conciencia crítica de lasnovedades francesas, aunque la actitud suele ser censoria; tal es el caso de "intermédiaires" como cierto Leopoldo García Ramón,informador desde París (1883) de que Jean Moréas "en un brillante manifiesto, ha reunido todas las aspiraciones y aberraciones, grandezas y ridiculeces, decadencias y delicuescencias de sus vocablos, bajo el nombre redundante y feo de simbolismo"(Kronik 1979:32), y el deotros más conocidos,como Núñez de Arce (1887):"el decadentismo francés es un amasijo incomprensible de pesimismo aterrador y fe primitiva" (cf.Martínez Cachero 1987).El primer crítico de entonces, Clarín, expone en 1887
un lúcido cuadro de la situación de crisis:
"Parece que no vivimos en Europa civilizada...no pensamos en nada de lo que piensa el mundo intelectual... ¿Cómo ha de salir de estouna poesía nueva? ¿Ves ese pesimismo, ese trascendentalismo naturalista, ese orientalismo panteístico o nihilista, todo lo que antes recordabas tú como contrario a tus aspiraciones, pero reconociendo que eran fuentes de poesía a su modo? Pues todo ello lo diera yo por bien venido a España, a reserva de no tomarlo para mí, personalmente, y con gusto vería aquí extravíos de un Richepin,satanismosde un Baudelaire, preciosismos psicológicos de un Bourget, quietismos de un Amiel y hasta la procesión caótica de simbolistas y decadentes;porque en todo esto, entre cien errores, amaneramientos y extravíos, hay vida, fuerza, cierta sinceridad, y sobre todo un pensamiento siempre alerta... ...el arrebato lírico no lo siente nadie..."(Clarín 1988:90-91).

Como es sabido, cuando llegaron esos"extravíos" sobre cuyas características estaba tan bien informado ,Clarín no quiso apreciarlos. Sin embargo, su diagnóstico converge con los recuerdos de Manuel Machado sobre el mismo período:"Vivíase aquí en una especie de limbo intelectual mezcla de indiferencia y de incultura irredimibles.Irredimibles, porque, ignorándolo todo, lo despreciábamos todo también"(ed.Celma-Blasco 1981:106;Litvak1975:204).Manuel parafrasea unos versos de Campos de Castilla,el reciente libro (1912) de su hermano Antonio ("Castilla miserable, ayer dominadora/envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora"), y en 1913 justifica la "labor de rebeldía, de ataque y de demolición" previa a la "obra generosa de pura Poesía, sin más interés que el del arte ni más concupiscencia que la de la gloria"(106) él y otrosjóvenes emprendieron.
Entre las fechas de estos dos balances puede situarse el espacio del cambio.Siguiendo una línea crítica abierta por Díez Canedo en 1923 y 1943, y en la que Cernuda (1957) postuló "una coincidencia en el tiempo de dos intenciones poéticas equivalentes, pero independientes una de otra, una americana y otra española"(1975:339),R. Cardwell sostiene que puede hablarse de un "cambioradical" en la lírica española "mucho antes de Darío y sin su intervención que preparó el camino que iba a llevar (entonces sí con Darío) a la primera promoción del fin de siglo (1899-1900)" (1987a:222).El terreno iba siendo abonado (a pesar del diagnóstico de Clarín) por cierta mutación de sensibilidad, obra del Bécquer más leído de la segunda edición de las Rimas(1878) y su impacto entre los"poetas del litoral" que reivindicaría más tarde Juan Ramón Jiménez (Rosalía de Castro, Medina, así como de los "premodernistas" o "coloristas" que entre 1880 y 1910 afirmaron otros mundos (de belleza ideal, de lo sombrío) al margen de lo admitido en el ambiente de la Restauración (Cardwell 1987b). El cordobés Manuel Reina (1856-1905) presenta en La vida inquieta (1894) una curiosidad insólita por...