El Monstruo, los Mitos, la Madre y su Hijito el Retardado

El Monstruo, los Mitos, la Madre y su Hijito el Retardado
Ps. Eduardo Orayen


Si algo me ha apasionado en lo que concierne a mi trabajo –que es nada menos que la intervención en el campo de todo aquello que tiene de fundante y constitutivo la subjetividad – a lo largo del tiempo, son los mitos.
¿Por qué? Pues bien, porque esos seres fantásticos, esos Dioses caprichosos y déspotas,nos hablan de nosotros, de nuestra cultura; nos dicen de donde venimos y a donde vamos, cómo y a quien debemos amar, designan nuestros enemigos y nos enseñan como matarlos, disponen premios por vivir conformes a sus mandatos o prescriben castigos por violar sus leyes; es decir, nos hablan de nuestro origen y deciden nuestro destino: configuran una matriz.
Hay, no obstante, un grupo mítico que meresulta de singular importancia para la ocasión, toda vez que me permite articular lo que ha sido convocado a decir.
Este grupo mítico es el de las Hadas, que fue deformado en fábulas edulcoradas para acunar-edipizar niños prometiéndoles un mundo feliz y encantado. Sin embargo las Hadas lejos están de esa ficción naif. Ellas, dotadas de poderes proféticos, eran seres terribles que asesinaban acuanto varón se atreviera a verlas en su forma real, eran mas bien monstruos ligados a la fatalidad, al destino, designada en la mismísima etimología de su nombre Fatæ = Fada=Hada= fatalidad, destino.1
El mito y la fatalidad van tomados de la mano: mito, en griego, significa hilo, y, casualmente, aquellas que tejen los hilos están emparentadas con la función de las hadas, las terribleshilanderas: Cloto: la que hilvana el hilo de la vida, Láquesis la que los teje y entrama; y la inexorable Átropos, la que con sus caprichosas e inapelables tijeras, finalmente, lo corta.
En otro plano, pero siempre manteniéndonos en el sesgo de las mitologías que han validado la cultura occidental, encontramos relatos Midrásicos2 que, por su profusa referencia a la promiscuidad sexual, fueron eliminados delas sagradas escrituras. En ellos nos hallamos con Lilith, predecesora de Eva, primera mujer de Adán, creada no del polvo, mucho menos de una costilla3, sino de mierda y sedimento. Ella, disconforme por negarse a mantener relaciones sexuales con Adán yaciendo debajo de él, puesto que se consideraba su igual, lo abandonó. Rebelada contra la orden de Dios de volver junto al hombre, fue castigadapor Jehová, y cuando ella se veía privada en su venganza de tomar la vida de un infante debido a la protección divina, volvía su ira asesina contra los suyos propios.
El mito, su transformación en novela, en relato, ese “hilo” conductor es en definitiva transmisión social de valores: una máquina social.
Me permitirán traer a escena a otro personaje que, sin ser mítico, su novela enlaza a estasmujeres-madres rebeldes, fatales y asesinas que odian profundamente al Amo patriarcal y masculino pero que en su foco de insurrección se posicionan como un contrapoder, un calco reactivo contra el Falo.
Ese personaje es el Monstruo, el hijo de Mary Shelley, o, para empezar a circunscribir la cuestión: el aborto de Mary Shelley. Sí, el retoño contrahecho de Mother Mary. Me preguntarán por qué nome he referido a él como el hijo del demiurgo Víctor Frankenstein, pues por la sencilla razón que la criatura jamás tuvo padre, el doctor Frankenstein, es el ingeniero “genético” de la época, un técnico reterritorializador de cuerpos pero jamás padre –no es una imputación de mi parte, sólo verifico un hecho- no hay deseo por parte de él de entrar en esa serie de filiación; es más, la criaturanunca fue dotada de nombre, el nombre se lo asignó el imaginario popular al intentar edipizar, ni siquiera metafóricamente sino metonímicamente, al muñeco; –pero, hijo, lo que se dice hijo- es hijo de la autora.
El monstruo es obligado, empujado, violentado –por así decirlo- a encajar de prepo vía imaginario en una estructura parental que nunca deseó, inclusive lo expresa vehementemente reclamando...