El mundo en el que vivimos
Creo que dentro de nuestras limitaciones humanas es factible aceptar las transformaciones del cosmos,una de cuyas resultantes somos, y por consiguiente a quienes nos corresponde estudiar y conjeturar este devenir.
Por otro lado, que la humildad se esfuerce en develar lo desconocido, no meparece tan poco contrario a la existencia de un Dios omnipotente, cuyos seguidores y directores de esas creencias han creado también a aceptar la evolución, de un principio único, cambio queaún no finaliza.
Si después de aquella gran explosión resultó materia y energía, hay certeza que la materia del cosmos se hizo viva y consciente en el gran momento y es aquí donde empieza labúsqueda de ese “origen” empleando como base, la sabiduría acumulada de hombre y mujeres de nuestra especie.
Sin embargo, no debemos sobrevalorar nuestra capacidad intelectual, pues noconstituye una garantía sobre descomunales yerros, tal como ocurrió con Tolomeo y su falsa percepción durante 1500 años, centrando nuestro universo en la tierra. Hay que tener en claro que la búsquedadel conocimiento, da paso a avances y errores.
La tierra en la actualidad ha sido explorada completamente. La tecnología ha alcanzado un enorme auge, permitiéndonos abandonar nuestro planetay aventurarnos en el espacio.
Pese a todo ello, pienso que si en lugar de avanzar en forma competitiva, como ocurre en la actualidad y nos avocáramos a unir conocimientos y esfuerzos,tendríamos un doble logro; por un lado mayor avance hacia el espacio exterior y por otro, una menor destrucción de nuestro propio entorno, favoreciendo plenamente, esta corta existencia terrenal.
Regístrate para leer el documento completo.