El Muralismo: La Reinvención de México
por
Carlos Monsiváis
Los buenos murales son realmente Biblias pintadas
y el pueblo las necesita tanto como las Biblias habladas.
Hay mucha gente que no puede leer libros,
En México hay muchísima.
José Clemente Orozco
RECIÉN LLEGADO DE LA CIUDAD LUZ
En 1921, Diego Rivera vuelve de Europa a pintar (“a bajo costo”) algunos murales en la EscuelaNacional Preparatoria de San Ildefonso. Es ya, a los 35 años de edad, una leyenda casi pública, el artista mexicano en Europa, virtuoso de las técnicas académicas, vanguardista audaz. Al orgullo nacionalista le incumbe el éxito de Rivera en París, su amistad con Picasso y Foujita, los distintos retratos de Modigliani (que lo vuelve un “enigma asiático”), la novela El extraordinario Julio Jurenito,de Ilya Ehremburg, donde Rivera es personaje central.
Si Rivera no ha vivido los conflictos armados, sí cree en la fundación del tiempo nuevo. Por eso le entusiasma la meta propuesta: dar la versión artística de los cambios de la época. El ministro de Educación Pública José Vasconcelos, invita a Roberto Montenegro y a Rivera. Montenegro pinta en San Pedro y San Pablo un mural sinconsecuencias. Diego opta por un homenaje al humanismo: el mural La creación, con envíos al Renacimiento Italiano y al neoclasicismo, a Fra Angélico y las musas. El mural se presenta en 1923, cuando ya trabajan en San Ildefonso José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. Al esfuerzo colectivo, más dispar de lo que se reconoce y más unido de lo que se admite, se le llama “muralismo”.
DE LA ACADEMIA Y SUSDISIDENTES
A principios del siglo XX, el grabador José Guadalupe Posada trabaja con tecnología precaria y en pésimas condiciones. No se considera un artista ni nadie lo ve así. Es, y eso le resulta suficiente, el artesano honesto impulsado por su imaginación, y al que condiciona a tal punto su falta de ambiciones económicas que no obstante su producción cuantiosa muere en la miseria. Al mercadodel arte –al mínimo a la disposición– lo rige la inercia distribuida en copias de los grandes maestros, academismo perezoso y homenajes por contrato a héroes y señoras pudientes. Pese a esto, hay grandes pintores. Hermenegildo Bustos es ejemplo conspicuo de una obra original muy distante de los retratos de salón donde todos se ven hermosísimos y no hay defecto concebible. (El “retrato desociedad”, elaboración instantánea de alcurnia y de estirpe) José María Velasco celebra el paisaje como victoria literal de Dios, donde cobra relieve la verdadera dimensión del ser humano. Germán Gedovius es un excelente retratista al servicio de la intemporalidad (la “serenidad clásica”) atribuida a las clases altas. Y un fenómeno extraño: Julio Ruelas. Un raro, en el sentido de Rubén Darío, un modernistaavant la lettre , seguidor de Edgar Allan Poe y de los simbolistas, un equivalente de las ceremonias y las profanaciones de la literatura gótica .
Si se observa la idealización pictórica de la raza indígena, se aprecian mejor las aportaciones de Bustos y del muralismo. El racismo criollo y mestizo ve en la raza indígena algo concluido, sin continuidad concebible, a la que representan en lascalles de la gran ciudad y en los pueblos ejemplos degradados y degenerados. Para afirmar y en algo contradecir esta tesis, Saturnino Herrán e incluso el pintor de calendarios Jesús Helguera pintan a indígenas de belleza aturdidora, bodybuilders , precursores de las flores de gimnasio. La estrategia subyacente es demoledora: estos indígenas son tanto más bellos al ser sus descendientes tanto másfeos. En los veintes, al olvidarse de tal idealización, los muralistas se acercan al indígena, incluso con la “estética de la fealdad” de Orozco. Y su antecedente reconocido es Posada con sus diez o doce mil grabados que no pretenden “mejorar” el aspecto de los nativos. Son como son, y “hermosearlos”, además de inútil, es empresa del ocultamiento con sentido de culpa.
En buena medida, el...
Regístrate para leer el documento completo.