El Oro De Los Sueños

Páginas: 34 (8443 palabras) Publicado: 8 de noviembre de 2012
JOSÉ MARÍA MERINO
El oro de los sueños
Crónicas de las aventuras verdaderas
de Miguel Villacé Yólotl,
noveladas por José María Merino

Para Pablo

I
A veces me quedo absorto. En pocos instantes, en
segundos, soy capaz de recordar o imaginar cosas que, si
estuviesen ocurriendo de verdad, necesitarían mucho tiempo
para desarrollarse.
Quizá estoy recibiendo la lección de frayBernardino,
miro sus labios moviéndose mientras declina, me distraigo,
pasan por mi mente sucesos, rostros, lugares, historias.
Peripecias que transcurren a lo largo de muchos
días, aventuras descomunales que ocuparían meses. Pero
cuando comprendo que estoy distraído y recupero la atención,
puedo comprobar que apenas he perdido tres casos
de la declinación que explica mi maestro.
O no pienso ennada, la mirada se me pierde en el
cielo, o en los árboles, o en un objeto pequeñísimo —una
semilla, un insecto— y se me hunde el pensamiento en
ese sosiego que va disolviendo el bulto y el color de lo que
veo, y los sonidos, los olores, hasta que todo se convierte
en una sensación borrosa y me parece flotar en el agua cálida
de algún río secreto.
Mi madre dice que esta facilidad para elensimismamiento
me viene de los suyos. Quedarse así, pensando
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muchas cosas a la vez. O dejarse mecer, como en una corriente
suave, en un fluido sin significado que es pura mezcla
de luces y sonidos y aromas.
Aquella tarde estaba preparando un retel —nos íbamos
a ir de pesca los muchachos al arroyo del cerrito— y
me encontraba flotando en una de mis ensoñaciones. Me
gusta entretenerme enesas labores que obligan a repetir
minuciosamente destrezas de los dedos, para construir cosas.
Ya terminaba de tejer la redecilla y la iba atando al
aro; embebecido en mi tarea, recordaba alguna de las aventuras
que me narraba el padrino: aquellas de don Amadís,
hijo de Perión, rey de Gaula, y de la princesa Elisena de
Inglaterra. Quizá hasta murmuraba, sin darme cuenta,
frases del famosocaballero, a punto de emprender singular
combate con su hermano Galaor, sin reconocerle.
Era una tarde calurosa del tiempo seco. Enfrente de
mí, sentadas en la tarima, a la entrada del bohío, mi madre
tejía y mis dos hermanas, ayudadas por la anciana Micaela,
desgranaban maíz. Mi cotorra gritaba palabras de
la vieja lengua, increpando acaso a unas pavas que picoteaban
bajo ella, junto a lacasa, rodeadas de su pollada.
Ajeno a todo, yo iba tejiendo los pequeños nudos y
me sentía protagonista de alguna aventura, cuando un repiqueteo
de cascos me sacó de la distracción. El galope
provenía del camino del poblado. Aquel galope era un hecho
insólito en los usos del caserío, donde el tiempo transcurre
con una placidez sin estridencias, marcada sólo por
las faenas del campo y susrutinas. Me alcé y avancé unos
pasos, para descubrir al jinete. Yo estaba en la casa del
abuelo, la más antigua del caserío, que había sido edificada
mucho antes de la conquista, en los tiempos de la an-
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tigua religión, y tenía las esquinas redondeadas, en honor
al dios del viento.
Llegué al borde de la tarima y pude ver el camino:
reconocí de inmediato el caballo blanco de mi padrinoy,
sobre la cabeza del jinete, aquellas plumas largas y multicolores
con que a mi padrino le gusta adornar sus sombreros.
Pero no venía solo: junto a él galopaba otra caballería
oscura, que montaba algún eclesiástico, pues los
hábitos se le arremolinaban, en la carrera, alrededor del
cuerpo.
Que mi padrino viniese a aquellas horas, con la solana
de la tarde, era bastante extraño. Pero aúnlo era más
que obligase a galopar a su caballo de aquella manera: se
trataba de un caballo de raza, de excelente índole, pero
de mucha edad; y mi padrino solía llevarlo a un paso tranquilo,
sin exigirle ningún esfuerzo, para hacer placenteros
y cómodos los últimos paseos del animal que, según
decía, le había ayudado a salvar la vida en más de una ocasión,
sobre todo en las batallas de...
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