EL ORO Y LA PAZ

Páginas: 242 (60442 palabras) Publicado: 29 de septiembre de 2014
JUAN BOSCH

EL
ORO
Y
LA
PAZ
NOVELA

Editores:
Aulio Ortíz y
Dr. Bruno Rosario Candelier

primera edición santo domingo 1976
tercera edición santo domingo 19 78

cubierta
cuadrado

composición y diagramación
ninón león de saleme
derechos reservados conforme a la ley
impreso en santo domingo por
amigo del hogar, los prados, r.d.

EL ORO Y LA PAZ

CAPITULO 1
A lquinto día de su llegada a Tipuani, precisamente en el momento en que s preocupaba
e
con l a presencia de sus indios - q u e vagaban de
un sitio a otro llamando la atención de la gente-, Pedro Yasic oyó los motores de un avión.
Preguntó, intrigado, y supo que se trataba de un
viejo Junker bimotor que llegaba todos los jueves para transportar el oro del Banco Minero a
L a Paz; además, llevabacorrespondencia, medicinas, cierto tipo de carga valiosa, funcionarios del
Gobierno y del Banco. Mirando en todas direcciones, Yasic vio el terreno ondulante, desigual,
los pedregales Que s extendían aquí y allá, a
e
ambos lados del río, la tierra convertida, gracias
a la codicia de los lavadores de oro, en grandes
hoyos semejantes a cráteres sin profundidad. No
podía explicarse dóndeaterrizaba e l Junker.
-¿Pero dónde esta la pista? -preguntó.
Valenzuela le explicó que estaba en l a orilla del río, junto al cerro, y que había sido h e

cha acarreando tierra con cestos y apisonándola
con troncos gruesos de madera.
El avión hacía círculos, situándose para atee
rrizar. Yasic y Valenzuela s encaminaron a la
pista. Cuando llegaron, la nave entraba a tomar
tierra. Pedro Yasic sequedó asombrado.
-Pero si necesita una inclinación de catorce
grados, por lo menos! -dijo en alta voz, impresionado por la hazaña que era ese aterrizaje en
una pista que no sobrepasaba los trescientos metros.
José Valenzuela se volvi6 a su amigo para
mirarle. Yasic se sintió molesto. El, tan cuidadoso, había perdido su guardia. Estaba seguro de
que Valenzuela iba a preguntarle: "¿Usted esaviador? "; y entonces él tendría que responderle: "Bueno, aprendí a volar en Chile." Pero no
podría explicarle por qué causa aprendió, porque si le decía: "Para ir a pelear en Yugoeslavia, en los días de la guerra", podría suceder
que Valenzuela le dijera: "Aquí vivió un paisano
de Puerto Montt que s llama Pedro lbañez y
e
según nos contó tenía allá un sobrino hijo de
un yugoeslavo que sllamaba Pedro como él."
e
L a primera pregunta no s produjo. sin eme
bargo, y por tanto no hubo la segunda. Cuando
el tío le agarraba l a mano, ya para morir, catorce o quince días antes. (No, once hoy; hace
hoy once d ías justos que murió el tío y todavía
no le he dado l a noticia a mamá), repetía con
angustia: "Que no lo sepan, Pedro; que nadie
sepa en Tipuani que eres sobrino mío.. . Queno lo sepan, Pedro." Y con sus dedos débiles de

moribundo le tocaba y le tocaba la palma de la
mano, como si quisiera decirle con el tacto lo
mismo que le decía con palabras.
y bajaba los aleroEl avión tomaba
nes. Cuando el piloto abrió la puerta y s tiró a
e
tierra, llevando en una mano un paquete que
debía ser de papeles, Valenzuela s dirigió a Yae
sic.
-Es España. Otras veces vieneBill -dijo.
Yasic pensó que España debía ser boliviano, a pesar de su tipo rubio, y Bill inglés o norteamericano, a juzgar por el nombre. La diferencia de nacionalidad no tenía importancia; lo que
podía tenerla, y grande, era saber si en los viajes de vuelta a La Paz iba un piloto solo o si
llevaba copiloto, si al llevarse el oro viajaba en
el avión alguna escolta policial. A Yasic le hubieragustado saber cuanto ganaba cada piloto.
Pues muy bien pod ía suceder que España o Bill
o el demonio, si le tocaba al demonio volar ese
viejo Junker, recibiera por vuelo menos de lo
que Yasic pudiera ofrecerle. Ahí podía estar la
solución.
-Volvamos al cerro -dijo.
Una bandada de chiquillos, seguida de algunos perros, s encaminaba hacia l a pista. El sol
e
era fuerte.
"El avión e l a...
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