el pais del agua

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Primera edición, 1991
©JACQUELINE BALCELLS
© EDITORIAL ANDRES BELLO Av. Ricardo Lyon 946, Santiago de Chile

Inscripción N°79.532
Se terminó de imprimir esta segunda edición de 5.000 ejemplares en el me» de agoito de
1992

IMPRESORES: Allabeta
IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE
ISBN: 956-13-0955

JACQUELINE BALCELLS

EL PAIS DEL AGUA
ILUSTRACIONES DE
EDUARDO OSORIO

EDITORIAL ANDRES BELLO

CAPITULO PRIMERO
Hacía sólo dos años que los Paguro tenían A K . i
camioneta y equipo de campamento. Vivían enun
departamento en Santiago, que si bien J V era luminoso y
alegre, no tenía más que lo
*
indispensable para que la familia conviviera:
un dormitorio en el que cabían al justo las
A ' camas de León y Domingo; otro, aún más ^
chico,
para Peregrina; el de los padres, con
la cama grande donde todos se echaban en la noche a ver televisión;
un baño, una cocina y un living-comedor, cuya mesaera usada
indistintamente para comer, estudiar, pintar, hacer trabajos
manuales, desgranar porotos o consultar el Tarot. No es de extrañar
entonces que, año tras año, al acercarse la época de vacaciones, la
familia entera se aprontara con entusiasmo a salir de entre esas
cuatro paredes, del edificio, y de la ciudad asfixiante. Y desde que el
señor Paguro, gracias a la buena marcha de supequeña barraca,
compró la camioneta, sus perspectivas de veraneo se habían
multiplicado por mil, pues podían elegir el lugar de Chile que se les
antojara para instalarse con sus carpas. Así, el primer verano habían
partido a un lago remoto del sur, y el siguiente habían acampado un
mes en la playa.
Para la señora Paguro —devota del yoga, entusiasta de la
ecología y simpatizante de los regímenesnaturistas— nada podía ser
mejor que alejarse del esmog y el estrés urbanos, respirar aire puro,
asolearse y relajarse. Su marido —que

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llegaba al mes de diciembre con la tez verdosa y el humor brusco— se
desde el momento en que se carrete de su caña, renovar sedales de
nailon, repone anzuelos, cucharas, caimanes y moscas, y ordenar y
liniplai su cajaverde de pesca hasta dejarla reluciente como un
joyero. En cuanto a León, Peregrina y Domina encontraban que su
casa era poco menos que una del colegio y por esto se aprestaban a
partir de con la ansiedad de unos presos que han cumplido condena
larguísima. Sus nervios eran tales que peleaban por cualquier
motivo, cosa que no les impedía contemplar de cuando en cuando a
sus padres con aire depreocupación: "¿cómo< > l< > irán a hacer
este año?”, pensaban. Parecidos a todos los niños, los tres hermanos
se creían los reyes absolutos del aire libre y por esto se sentían
misteriosamente responsables del desempeño de sus mayores
durante las vacaciones.
La noche anterior habían celebrado Nochebuena y varios
regalos —un bote de goma inflable, un set de vajilla portátil, poleras,
trajesde baño y toallas multicolores— estaban esparcidos entre
papeles y cintas, sobre la alfombra del living. Peregrina, en camisa de
dormir, a pie pelado y despeinada, se sentó en el sofá y examinó una
de las toallas. Con un ademán impaciente se pasó un mechón de
cabellos castaños tras la oreja y suspiró. ¿Por qué su mamá insistía
en comprarle las mismas cosas que a sus hermanos? ¿No le habíadicho hasta el cansancio cómo era ‘la sábana de baño de Margarita,
en tonos pasteles? ¡Los rombos chillones de ésta eran horribles y no
le venían para nada a una niña de su edad! Menos mal que el traje de
baño sí que era bonito, verde agua...
—¡Peregrina! —la voz de su madre le llegó desde el dormitorio,
interrumpiendo sus cavilaciones—. ¿Podrías calentar leche y poner la
mesa para el...