El Papa del mar

Páginas: 24 (5811 palabras) Publicado: 8 de mayo de 2014
Ella dudó un instante mientras exploraba mentalmente su pasado. Luego se apresuró a decir sonriendo, como si le regocijasen sus propias palabras:

—Lo conozco. Usted es el caballero Tannhäuser, que tuvo amores con Venus.

Esto fue en el «Select Hotel» a las ocho de la noche. Claudio Borja, que la había observado de lejos durante la comida, abandonó su mesa para apostarse junto al hall, y alverla llegar preguntó en español:

—¿No es usted la señora de Pineda?... Tuve el honor de que me presentase en Madrid... Tal vez no se acuerda usted.

Pero ella no lo había olvidado, y después de reír unos instantes pareció pedirle perdón con sus ojos por esta alegría espontánea.

Los dos evocaron en su memoria cómo se habían visto por primera vez. Fue luego de una comida en casa del señorBustamante, senador español que explotaba por vanidad personal las relaciones entre los pueblos hispanoamericanos.

Los comensales habían hablado en el salón de sus personajes predilectos en la literatura y en la Historia. Cada uno iba manifestando qué héroe hubiese querido ser.

Estela, la hija del dueño de la casa, joven de ademanes encogidos y voz tímida, sentía no haber sido la Ofelia deShakespeare; su padre, el solemne don Arístides, dudaba entre Licurgo y el cardenal Jiménez de Cisneros; un viejo general optaba por Julio César.

Todos desearon conocer el personaje predilecto de la hermosa Rosaura Salcedo, viuda de Pineda, rica dama argentina, en cuyo honor daba Bustamente su banquete; pero esta señora, de paso en Madrid, que residía gran parte del año en París o viajaba por elresto de Europa, se negó modestamente a revelar su heroína. No tenía ninguna. Estaba contenta de ser lo que era. Y casi todas las señoras presentes, exuberantes en deseos no cumplidos y envidias no satisfechas, rencorosas contra la mediocridad de su situación, la miraron fijamente, notándose en su sonrisa algo turbio y verdoso, semejante al color de la bilis.

La aprobaban con amargura. «¡Qué máspodía desear! ¡Qué no había recibido de la suerte!» Su riqueza resultaba enorme: una riqueza americana de millones y millones. Además, era libre, podía cumplir todos sus gustos y su belleza se renovaba incesantemente, como una primavera sin término, gracias al lujo y a una higiene costosa.

Después de ella le llegó el turno a Claudio Borja, que el señor Bustamante consideraba como de su propiafamilia, por ser huérfano de un compañero de su juventud. Muchos creían a este joven sin ocupación determinada, pero poseedor de una apreciable fortuna, el futuro esposo de Estela Bustamante.

Claudio Borja, cual si desafiase con sus palabras a la respetable concurrencia, afirmó enérgicamente que lamentaba no haber sido el caballero Tannhäuser.

Algunos, para alardear de sus lecturas, seapresuraron a reconocer muy acertado tal deseo. Tannhäuser era un poeta errante, un caballero cantor, y Borja hacía versos.

—No —dijo el joven—; si lo envidio es porque tuvo amores con Venus.

Un silencio de asombro y de incomprensión al mismo tiempo. Al fin, acabaron por reír, reconociendo que Borja tenía cosa raras, como todos los que escriben para el público.

—Es natural que no lo hayaolvidado —siguió diciendo la hermosa argentina, mientras avanzaban juntos hacia el salón del hotel—. Un hombre que da esa respuesta es alguien. Aquella noche no pudimos hablarnos. ¡El señor Bustamente acapara tan afectuosamente a sus invitados!... A los pocos días me marché de Madrid. Tal vez fue al día siguiente. No lo sé con certeza. Para mí, el pasado cuenta muy poco; sólo pienso en el mañana. Perole aseguro que muchas veces me he acordado de usted. Siempre que oigo música de Wagner surge en mi memoria la cara de un joven que vi una sola vez en mi vida, y me pregunto: «¿Qué habrá sido del Tannhäuser de Madrid? ¿Se habrá unido con Ofelia, cansado de esperar la llegada de Venus?»

Y la hermosa dama volvió a reír, mirando a su acompañante. Sintióse molestado éste por la risueña e irónica...
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