El patito de Olivia
Era un sábado de diciembre. Al salir
del portón de mi casa, vi desenterrado el
troncón del cedro que Don Sergio había
talado días antes. Aquella enorme raíz
que yacía entrela escasa bruma, hizo que
en mi cabeza se formara la imagen de un
enorme pato con plumaje encrespado. Me
acerqué para apreciar mejor y me
convencí más de la idea: realmente
parecía un pato.Esperé pacientemente y cuando
Don Sergio andaba recomponiendo el
cerco, cerrando el hueco en donde antes
estaba el cedro, llegue hasta él y le pedí
que me vendiera el troncón, explicándole
misintenciones. Él miró la raíz
observándola detenidamente y luego dijo:
— ¡Lléveselo niña! ¡Eso es inteligencia
suya!
Y ahora… ¿Cómo mover aquel
troncón? Habíamos cuatro mujeres y un
hombre y empezamos asudar luchando
por moverlo, mientras otros vecinos
solamente nos espiaban. Pasados unos
minutos, venía desde la calle de San
Antonio un
jornalero a cobrar la
catorcena de rozar caña a lahacienda. El
bondadoso hombre, también nos ayudó
con su fuerza, y así, empujándolo a giros
cruzamos la calle, hasta orillarlo al cerco
de mi casa.
En la galera busqué un martillo, un
cincel, uncepillo, un formón y el serrucho
pequeño que mi hermano Moisés usaba
cuando era un niño. Y por las tardes
agarraba un bolsón
con dichas
herramientas, Olivia cogía su banqueta y
juntas nos íbamos a lacalle. Poco a poco
quitamos la tierra, los alambres y unos
güishtes que tenía incrustados. Recuerdo
que una tarde, mientras estábamos
aserruchándole
la
cabeza
para
redondearla, paso la niñaBerta y me dijo:
—Mire Querubina, yo veo que Ud. ha
estado aquí varios días, quiero saber lo
que está haciendo.
—Estamos haciendo un pato para mí
—le respondió mi sobrina rápidamente.
—¡Mirepues! ¡Usted, sí que tiene
pensamientos! —exclamó contenta, la
humilde señora.
Días después Tío Isaías y Tío
Israel nos ayudaron a llevarlo hasta el
patio, remolcándolo ingeniosamente con
una...
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