el pañuelo del mago



El pañuelo del mago
El hombre pasó con su carretilla. El hombre y su carretilla, pasaron por la ventana al mismo tiempo que el otoño, que quedó estirando el juego de la vida encuadrando dehojas el vidriado. Entonces volvieron a pasar y claro está esta vez en sentido contrario. La vista a un lado, como buscando un saludo. Sin duda estaba tranquilo, su forma de olvidar las piernas era clarofruto de un espíritu bueno. Se los vio, la tercera vez, la tercera vez para mí, recoger unas cáscaras de eucalipto y continúo.
Desaparecido un rato tras los límites del marco, se anticipó en lapróxima con un chirrido ácido y palpitante, mezcla de sobreesfuerzo y corrosión, y al segundo apareció cargado de tarrinas, y su cuerpo convertido en rudimento fortaleció la sombra que el caleidoscopioturbio de la estación mortecina plasmó móvil entre los pastos y el camino. Esta vez la cortina lo abrazó hasta tragárselo en un leve serpenteo.
Pude observar entonces que los sauces y las cañas mansasse abanicaban enormes en el campo vecino y que la yegua de anca contra el viento, entendía que una lluvia fría se anticipaba en la fuerza.
Demoró en pasar la carretilla y él (es más casi no recordabaque podían volver, o sea que les estaba siguiendo el rastro y la cuenta). Los vi cuatro o cinco veces, o menos, aunque me senté ya empezado el juego, cuántas veces antes habrán aparecido en latela…Seguramente ya eran parte de todo y yo intervine corrompiendo y robando el aire de inocencia que ordena la súper-existencia de los elementos. Y así entendiéndome, oí la súplica de la herramienta y visin sorpresa, de sur a norte, a ambos transitar los dos metros de sílice y madera. Pienso que por la lluvia que ahora cae ordenada, lleva cabizbaja su frente, y por la nueva carga de tarros está claro.Me era imposible ayudarlo. Mi peor ayuda era ayudarlo. Era viejo, no era hombre. No había canas había silencio de viejo, formas de poner el gesto, de asumir la vida, de entender los músculos,...