El pecado de alejandra leonard

Páginas: 42 (10263 palabras) Publicado: 23 de mayo de 2014
Aquella mañana, la pequeña Alejandra, de nueve años de edad, encontró en el corral una paloma muerta. Su primer impulso fue echar a correr para dar el aviso. En cuatro saltos, espantando a las aves que la rodeaban, dejó el corral, pasó por los patios y entró en el escritorio de su padre, el profesor Leonard, buen historiador, que en ese instante se hallaba atareadísimo, abstraído, subyugado porel vaho sedante de los textos antiguos.
—Papá, papá... una paloma se murió.
El profesor Leonard dijo sin ninguna intención:
—¡Bah!... todos tenemos que morirnos.
Hubo un silencio prolongado, una inmovilidad absoluta. Por dos o tres veces se oyó el murmullo de la página que se vuelve. Un momento después, el llanto de la pequeña.
El profesor Leonard creyó soñar. Dejó el libro, quitóse lasgafas y descubrió a su hija, acurrucada entre la puerta y la biblioteca. Alarmado corrió hacia ella.
—¿Por qué lloras? ¿Te lastimaste? ¿Qué tienes, di?... — La tenía ahora en sus brazos y le besaba los ojos, las lágrimas, haciéndole mil preguntas. Pero la pequeña gemía, balbuceando el sollozo en una palabra trunca, sofocada, convulsa, mirando a su padre insistentemente. Entonces, él recordó lo de lapaloma. —¿Es por la paloma que lloras?... ¡Pero si tienes muchas otras, tú! El palomar está lleno y son todas tuyas. No llores así!... Si quieres te compraré una igual a esa. ¿Cómo era, a ver; dime cómo era? Fue necesario esperar. Después la pequeña preguntó a su vez:
—¿Tú también te morirás?... — El silencio se produjo de nuevo. Inmóviles los párpados, padre e hija se observaron durante unossegundos. Luego, sorprendido aún, le interrogó:
—¿Qué dijiste?... — Alejandro repitió la pregunta con la firmeza de quién está resuelto a saber la verdad. El profesor concluyó por confundirse. No podía explicarse el sentido de aquella pregunta, hecha por una criatura. Por momentos le parecía ver en ella una manifestación rara, anormal, que la transfiguraba. Después subió a su conciencia el recuerdode lo que dijera un poco antes a Alejandra: "todos tenemos que morirnos”. Entonces sonrió. Y cerrando los párpados, como si quisiera retener una imagen fugitiva, dio a su hija un beso tibio. Alejandra insistía:
—¿Tú también te morirás?...
—No, nenita, yo no me muero, yo no me moriré nunca. Hablaba de las palomas. Las palomas, sí, se mueren. Pero tu padre, no. Yo viviré siempre para tí, paraacompañarte. ¿Estás contenta?
Se había sentado en su sitio de costumbre y mantenía a su hija sobre las piernas. Ella estaba tranquila ahora. Acurrucada contra el pecho de Leonard se había ido apaciguando y sonreía, dispuesta a la charla. Se inició entre ellos una conversación animada, la conversación inicial de la vida, el hijo frente al padre, la pregunta frente a la respuesta.
—¿Y tú, por quésiempre estás encerrado en este cuarto?
—Para estudiar, para saber.
—¿Para saber qué?
—Para saber lo que pasó. Las historias, los cuentos. ¿No te gustan los cuentos?...
—Los cuentos, no. Las historias me gustan.
—¿Cómo? ¿No te gusta el cuento de La Caperucita?
—¡Ah!... ¿entonces La Caperucita no es una historia?
—Sí. Es una historia y es un cuento. Porque... este... — Y aquí el profesorLeonard, investigador, crítico, lingüista famoso, poseyendo un extraordinario conocimiento del génesis de la sociedad humana, científico por temperamento y por convicción, zozobró entre el cuento y la historia.
No era la primera vez que el padre se callaba ante la curiosidad de la hija. Alejandra hacía preguntas terribles. Dotada de una ardiente riqueza sensorial, los fenómenos del mundo pasaban porsus sentidos produciendo las más inconcebibles paradojas, los absurdos las inesperados, las aseveraciones más impresionantes. Leonard, para quien su hija desde la muerte de su mujer lo constituía todo, pasábase los ratos largos escuchándola, dejándose llevar, corriendo tras la imaginación de su Alejandra, cuyo plano mental le sugería dulces ensueños y profundas inquietudes.


A los trece años....
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