el pecado de alejandra leonard

Páginas: 42 (10270 palabras) Publicado: 15 de julio de 2014
—¿Tú también te morirás?... — El silencio se produjo de nuevo.
Inmóviles los párpados, padre e hija se observaron durante unos
segundos. Luego, sorprendido aún, le interrogó:
—¿Qué dijiste?... — Alejandro repitió la pregunta con la firmeza de
quién está resuelto a saber la verdad. El profesor concluyó por
confundirse. No podía explicarse el sentido de aquella pregunta,
hecha por unacriatura. Por momentos le parecía ver en ella una
manifestación rara, anormal, que la transfiguraba. Después subió a su
conciencia el recuerdo de lo que dijera un poco antes a Alejandra:
"todos tenemos que morirnos”. Entonces sonrió. Y cerrando los
párpados, como si quisiera retener una imagen fugitiva, dio a su hija
un beso tibio. Alejandra insistía:
—¿Tú también te morirás?...
—No, nenita, yo nome muero, yo no me moriré nunca. Hablaba de
las palomas. Las palomas, sí, se mueren. Pero tu padre, no. Yo viviré
siempre para ti, para acompañarte. ¿Estás contenta?
Se había sentado en su sitio de costumbre y mantenía a su hija
sobre las piernas. Ella estaba tranquila ahora. Acurrucada contra el
pecho de Leonard se había ido apaciguando y sonreía, dispuesta a la
charla. Se inició entreellos una conversación animada, la
conversación inicial de la vida, el hijo frente al padre, la pregunta
frente a la respuesta.
—¿Y tú, por qué siempre estás encerrado en este cuarto?
—Para estudiar, para saber.
—¿Para saber qué?
—Para saber lo que pasó. Las historias, los cuentos. ¿No te gustan
los cuentos?...
—Los cuentos, no. Las historias me gustan.
—¿Cómo? ¿No te gusta el cuento de LaCaperucita?
—¡Ah!... ¿entonces La Caperucita no es una historia?

El pecado de Alejandra Leonard
José Pedro Bellán
I

Aquella mañana, la pequeña Alejandra, de nueve años de edad,
encontró en el corral una paloma muerta. Su primer impulso fue
echar a correr para dar el aviso. En cuatro saltos, espantando a las
aves que la rodeaban, dejó el corral, pasó por los patios y entró en elescritorio de su padre, el profesor Leonard, buen historiador, que en
ese instante se hallaba atareadísimo, abstraído, subyugado por el
vaho sedante de los textos antiguos.
—Papá, papá... una paloma se murió.
El profesor Leonard dijo sin ninguna intención:
—¡Bah!... todos tenemos que morirnos.
Hubo un silencio prolongado, una inmovilidad absoluta. Por dos o
tres veces se oyó el murmullo de lapágina que se vuelve. Un
momento después, el llanto de la pequeña.
El profesor Leonard creyó soñar. Dejó el libro, quitóse las gafas y
descubrió a su hija, acurrucada entre la puerta y la biblioteca.
Alarmado corrió hacia ella.
—¿Por qué lloras? ¿Te lastimaste? ¿Qué tienes, di?... — La tenía
ahora en sus brazos y le besaba los ojos, las lágrimas, haciéndole mil
preguntas. Pero la pequeña gemía,balbuceando el sollozo en una
palabra trunca, sofocada, convulsa, mirando a su padre
insistentemente. Entonces, él recordó lo de la paloma. —¿Es por la
paloma que lloras?... ¡Pero si tienes muchas otras, tú! El palomar está
lleno y son todas tuyas. ¡No llores así!... Si quieres te compraré una
igual a esa. ¿Cómo era, a ver; dime cómo era? Fue necesario esperar.
Después la pequeña preguntó asu vez:

1

francas de admiración y giros inseguros de desdén. Pero fuera del
aula, durante los recreos, a la hora de la salida, en ese corto trayecto
que los alumnos hacen juntos, Alejandra notaba en sus compañeras
una frialdad general. Nunca entraba bien en una conversación. Había
advertido que, al acercarse a un grupo, sus condiscípulas, por lo
regular mayores que ella, de quince adieciséis años, cambiaban el
tema de la conversación o se callaban ostensiblemente. No podía
comprender el motivo de esa separación que le imponían. Era objeto
de una diferencia irritante, recibida siempre con la mueca de la
sonrisa cordial, disciplinada, que sirve generalmente para cerrar
nuestro espíritu a la mirada ajena.
Alejandra, que no podía comprender la verdadera causa que...
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