El peor aspecto del progreso- fragmento libro "problemas sociales de una civilizacion industrial", 1951.

Páginas: 46 (11372 palabras) Publicado: 21 de febrero de 2011
Esta lectura fue transcrita de la obra PROBLEMAS SOCIALES DE UNA CIVILIZACION INDUSTRIAL, del Psicólogo Australiano Elton Mayo, escrita en 1951, como soporte para el curso de HABILIDADES GERENCIALES que dirige GUSTAVO ADOLFO RIVEROS SACHICA. ÉL PEOR ÁSPECTO DEL PROGRESO Los victorianos estaban muy seguros del progreso que habían alcanzado: de su realidad y beneficio que éste significaba para lahumanidad. En la década del 1890 se publicó un librito, para lectura en las escuelas, titulado The Nineteenth Century; hablaba con orgullo de los triunfos del hombre sobre la circunstancia durante un siglo, traía implícita la idea tic que por fin el hombre se convertía en dueño de su destino. Y la secuela para nosotros, cincuenta años después, tiene todo el carácter de la tragedia griega en escalahasta ahora desconocida. El hombre, llevado por ese pequeño éxito a una presunción desenfrenada ha atraído sobre sí la ira de los dioses. Sus buenas intenciones, sus planes grandiosos, han sido reducidos al caos en treinta años; sus magníficos edificios, a polvo y escombro. Y es el propio hombre quien lo ha hecho; por medio de los avances científicos que debieron darle perfección, ha conseguidoprincipalmente destrucción, desolación, miseria. Pero había contemporáneos que veían la cara opuesta de este mismo progreso, su verdadero y peor aspecto. Las protestas artísticas, de las que en su mayor parte se hizo caso omiso, fueron muchas. Una de las manifestaciones más vigorosas fue la de H.G Wells en su New Machiavelli (El nuevo Maquiavelo). Escribiendo en el año 1910 sobre los cambios que elprogreso había traído a la aldea de Bromstead —posiblemente Bromley, en Kent — dice: Todo Bromstead, como lo recuerdo y como lo vi últimamente —hace ya un añoes una aburrida e inútil caldera de actividades humanas, un inmenso racimo de futilezas. Está tan inconcluso como siempre; los caminos de los constructores todavía salen y terminan a campo abierto según su viejo estilo, las diversas empresasse mezclan en la misma contradicción sin esperanza, incluso intensificada. Casas de campo pretensiosas empujan a los barrios bajos, y los fregaderos se abren hacia las vías del ferrocarril, en sus patios cuelgan ropas andrajosas lavadas sin vergüenza; y cada vez que paso en tren parece haber más carteles anunciadores de pastillas y encurtidos, tónicos y condimentos, y demás cuidados de un pueblosin salud o apetitos naturales. Su caracterización general del cambio de una placentera aldea de campo al arrabal y al caos es la siguiente: Uno podría haberse persuadido –supongo- de que todo esto no era sino el reemplazo de una antigua tranquilidad, o por los menos de un equilibrio antiguo, por un nuevo orden. Solo a mis ojos, aligerados por las insinuaciones de mi padre, no existíamanifiestamente orden alguno. Era una multitud de comienzos

recientes sin coordinación, cada uno más arrebatador y destructivo que el anterior, sin que ninguno de ellos llegara nunca a término en forma madura y satisfactoria. Cada uno dejó un legado de productos —casas, humanidad y muchas cosas más— detrás de si. Era una especie de progreso que se había desbocado; era un cambio que corría a una velocidadsin precedente hacia ningún lugar en particular. Cuando se viaja en tren a Pittsburgh o a Filadelfia a través de campo que todavía sugiere agradables ondulaciones y bosques con arroyos saltarines, podemos deslizarnos fácilmente hacia una vena similar de reflexiones. Esto se refuerza por la presencia en trenes y hoteles de extraños grupos de hombres que nunca se encuentran en otras partes de esteextenso país, salvo en trenes u hoteles. El cigarrillo en el ángulo de la boca, cada uno habla sin cesar de dólares. A los ojos del artista, algo no estaba claro, decididamente en el real progreso victoriano; y ese algo continúa existiendo hoy. Es como si el propio hombre no contara para el progreso, sino sus contornos materiales, su bienestar corporal; y los dioses supremos exigen como precio el...
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