El Pequeño Escribiente Florentino

Páginas: 10 (2442 palabras) Publicado: 29 de enero de 2013
El pequeño escribiente florentino

Estaba en la cuarta clase elemental. Era un gracioso florentino de doce años, de cabellos rubios y tez blanca, hijo mayor de cierto empleado de ferrocarriles que, teniendo mucha familia y poco sueldo, vivía con suma estrechez. Su padre lo quería mucho, y era bueno e indulgente con él; indulgente en todo, menos en lo que se refería a la escuela: en esto eramuy exigente y procedía con bastante severidad, porque el hijo debía ponerse pronto en disposición de obtener un buen empleo para ayudar al sostén de la familia; y si había de valer algo pronto, necesitaba trabajar mucho en poco tiempo; y aunque el muchacho era aplicado, el padre lo exhortaba siempre a estudiar. Era ya de avanzada edad el padre, y el excesivo trabajo lo había también envejecidoprematuramente. En efecto, para proveer a las necesidades de la familia, además de la ardua tarea que tenía en su destino, se buscaba a la vez aquí y allá trabajos extraordinarios de copista, y se pasaba sin descansar en su mesa buena parte de la noche. Últimamente, de cierta casa editorial que publicaba libros y periódicos, había recibido el encargo de escribir en las fajas el nombre y la direcciónde los suscriptores, y ganaba tres liras por cada quinientas de aquellas tirillas de papel, escritas en caracteres grandes y regulares. Pero esta tarea lo cansaba, y se lamentaba de ello a menudo con la familia a la hora de comer.
-Estoy perdiendo la vista -decía-; esta ocupación de noche terminará por acabar conmigo.
El hijo le dijo un día:
-Papá, déjame trabajar en tu lugar; tú sabes queescribo bastante bien, tanto como tú.
Pero el padre respondió:
-No, hijo, no; tú debes estudiar; tu escuela es cosa mucho más importante que mis fajas; tendría remordimiento, si te privara de estudiar una hora; lo agradezco, pero no quiero; y no me hables más de ello.
El hijo sabía que con su padre era inútil insistir en aquellas cosas, y se calló. Pero he aquí lo que hizo: sabia que a las doce enpunto dejaba su padre de escribir y salía del despacho para la alcoba. Alguna vez lo había oído: en cuanto el reloj daba las doce, percibía inmediatamente el ruido de la silla que abandonaba y el lento paso de su padre. Una noche esperó a que estuviese ya en cama, se vistió sin hacer ruido, anduvo a tientas por el cuarto, encendió el quinqué de petróleo, se sentó a la mesa del despacho, donde habíaun montón de fajas blancas y la indicación de las señas de los suscriptores, y empezó a escribir imitando todo lo que pudo la letra de su padre. Y escribía contento, con gusto. aunque con miedo; las fajas escritas aumentaban, y de cuando en cuando dejaba la pluma para frotarse las manos; después continuaba con más alegría, atento el oído y sonriente. Escribió ciento sesenta: ¡cerca de una lira!Entonces paró; dejó la pluma donde estaba, apagó la luz y se volvió a la cama de puntillas.
Aquel día, a las doce, el padre se sentó a la mesa de buen humor. No había advertido nada. Hacía aquel trabajo mecánicamente, contando las horas, pensando en otra cosa y no parando mientes en el número de las fajas escritas, hasta el día siguiente. Sentados a la mesa con buen humor, y poniendo la mano en elhombre de su hijo:
-¡Eh, Julio -le dijo-, mira qué buen trabajador es tu padre! En dos horas ha trabajado anoche un tercio más de lo que acostumbro. La mano aún está ágil, y los ojos cumplen todavía con su deber.
Julio, contento, mudo, decía entre sí: “¡Pobre padre! Además de la ganancia, le he proporcionado también esta satisfacción: la de creerse rejuvenecido. ¡Ánimo, pues!”
Alentado con eléxito, la noche siguiente, en cuanto dieron las doce, se levantó otra vez y se puso a trabajar. Y lo mismo siguió haciendo varias noches. Su padre seguía también sin advertir nada. Sólo una vez, cenando, se le ocurrió esta observación: “¡Es raro!; ¡cuánto petróleo se gasta en esta casa de algún tiempo a esta parte!”
Julio se estremeció, pero la conversación no pasó de allí, y el trabajo...
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