El Perd N
Se hace más por uno mismo que por el ofensor (eso dicen), aunque hay una gran gama de daños y dañadores, no quisiera hacer apología de los grandescrímenes del comportamiento humano. No, le hablo del insulto común, la ordinaria mentira, el engaño de a poco, de eso de todos los días, de lo que se nutrennuestras malogradas relaciones humanas. La convivencia con hienas que ahora se conoce como vida social. Lo difícil es decidirse a perdonar, pero quién es uno, una,yo, para despojar de una carga moral a otro que ni se plantea la solicitud de la disculpa y mucho menos la reparación del daño; le diré, sí, uno es el únicoque puede perdonar aquello que considera una ofensa, porque sea o no sea, califique o no como falta grave, la conciencia no se equivoca: si duele, duele. Si lotimaron, defraudaron, le pagaron mal o simplemente le negaron un saludo, cuenta, todo eso cuenta para la lista del perdón. Bien sencillo, vístase de blanco, acudaa un centro místico, se valen iglesias, pirámides y hasta fuentes barrocas; piense bien en el causante de su agravio e imagine que a esa persona le rodea unaluz azul envolvente, ya está, con eso, queda perdonado. Segundo método, por si el primero le pareció muy rudimentario: escriba una carta y arriésguese aentregársela a su ofensor, si el sujeto en cuestión profiere de inmediato una súplica, su carta habrá funcionado, si no es el caso, olvide cualquier otro intento.Tercer método, seguro y aséptico: perdone a largo plazo, amárguese la vida culpándose de todo mientras el verdadero culpable ni se preocupa por su existencia.
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