El poder de los nombres

Páginas: 18 (4339 palabras) Publicado: 5 de abril de 2014
El Poder de los Nombres
Ursula K. LeGuin
Digitalización, Revisión y Edición Electrónica de Arácnido.

El señor Bajocolina salió de debajo de su colina, sonriendo y respirando con
dificultad. Cada resoplido salía disparado por las ventanas de su nariz como una
doble bocanada de vapor, blanca nieve bajo el sol matinal. El señor Bajocolina
contempló el cielo brillante de diciembre y sonriómás ampliamente que nunca,
mostrando unos dientes blancos como la nieve. Luego se dirigió al pueblo.
—Día, señor Bajocolina —le decían los aldeanos cuando se cruzaban con él por la
calle angosta, entre casas de tejados cónicos y sobresalientes como los
sombreretes rojos y gruesos de las setas venenosas.
—¡Día, día! —respondía él a todos. (Por supuesto que desear a cualquiera un
buen día traíamala suerte; en un lugar tan afectado por Influencias como Sattins
Island, donde un adjetivo descuidado puede cambiar el tiempo por una semana,
era suficiente con decir sólo el momento del día.) Todos le hablaban, algunos con
cariño, otros con cariñoso desdén. Era todo lo que la pequeña isla poseía a modo
de mago, y por lo tanto merecía respeto..., ¿pero cómo se podía respetar a un
hombrecilloregordete y cincuentón que se tambaleaba con los pies hacia adentro,
sonriendo y exhalando vapor? En el trabajo tampoco era gran cosa. Se esmeraba
medianamente en los fuegos artificiales, pero sus elixires eran ineficaces con
frecuencia. Las verrugas que hechizaba reaparecían a los tres días; los tomates
que encantaba no llegaban a ser más grandes que los melones; y durante los
contados díasen que alguna nave extraña se detenía en el puerto de Sattins, el
señor Bajocolina permanecía siempre debajo de su colina; por temor, explicaba, al
mal de ojo. En otras palabras, era un mago por la misma razón por la que el zarco
Gan era un carpintero: por negligencia. Por esta generación los aldeanos se las
apañaban con puertas mal colocadas y hechizo inútiles, y descargaban su
irritacióntratando al señor Bajocolina con bastante familiaridad, como un simple
aldeano más. Hasta lo invitaban a cenar. Una vez él invitó a cenar a algunos de
ellos, y sirvió una colación espléndida, con plata, cristal, albaricoque, ganso asado,
un chispeante Andrades 639, y budín inglés con salsa fermentada; pero estuvo tan
nervioso que quitó toda alegría a la comida, y además, todos volvieron a estarhambrientos media hora después. No le gustaba que nadie visitara su cueva, ni
siquiera la antecámara, más allá de la cual en realidad no había llegado nadie.
Cuando veía que se acercaba gente a la colina, salía trotando a recibirla.
«¡Sentémonos aquí, bajo los pinos!», decía sonriendo y señalando hacia el
bosquecillo de abetos; o si llovía: «Vayamos a tomar un trago a la taberna, ¿eh?»,aunque todos sabían que él no bebía nada más fuerte que agua de pozo.

Algunos de los niños de la aldea, tentados por aquella cueva, curioseaban y
escudriñaban y hacían incursiones cuando el señor Bajocolina salía; pero la
puertecilla que conducía a la habitación interior estaba cerrada por medio de un
encantamiento, y al parecer, por una vez, se trataba de un encantamiento eficaz.
Una vez quedos niños creían que el hechicero se encontraba en la Costa Oeste
curando el burro enfermo de la señora Ruuna, llevaron allí una palanca y un
hacha, pero al primer golpe surgió del interior un rugido de ira y una nube de vapor
purpúreo. El señor Bajocolina había regresado temprano. Los niños huyeron. Él no
salió, y los niños no sufrieron ningún daño, aunque dijeron que de no escucharlo,nadie podría creer que aquel hombrecillo regordete produjera ese horrible y
enorme grito-bramido -aullido-silbido.

Aquel día tenía que comprar en el pueblo tres docenas de huevos frescos y
cuatrocientos gramos de hígado; también debía pasar por la casita de Fogeno, el
capitán, a renovar el hechizo de los ojos del anciano (bastante inútil aplicado a un
caso de desprendimiento de retina, pero...
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