El poder
Lucia caminaba por las calles de aquella avenida desconocida tratando de recordar algo de lo que había hecho la noche anterior.
-Tal vez hicealguna travesura fuera de lo usual- se dijo Lucia riéndose entre dientes.
Al llegar a una plaza se sentó a descansar. Las imágenes de aquel día aún le eran claras, tanclaras que odiaba recordarlas tan bien. Su madre no estaba en casa, lo supo de antemano al no sentir el aroma a fresa de su pastel como todos los sábados. Pero había alguienahí, podía sentirlo, y oírlo. Sin pensarlo se dirigió a la pieza de sus padres que estaba al fondo del pasillo siempre bien adornado y perfumado. Escuchó risas de unamujer, que no era su madre. Antes de abrir la puerta del dormitorio escuchó la voz de su padre conversando con aquel desconocido personaje.
-Solo quiero dejarlas, no meinteresan, solo quiero estar contigo-.
-Gracias Alberto, espero que no le dejes ni un solo peso a esas dos arpías inmundas- le dijo una voz femenina al padre de Lucia.
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