El Principe Verde Tambien Existe Isabel Dago

Páginas: 238 (59281 palabras) Publicado: 7 de octubre de 2015
Para Olga, aunque ella no lo sepa

Ilustración de portada: © Vicente Mateo Serra

1
- No bebo tequila. Me di cuenta hace mucho tiempo de que me
sentaba mal. Pero no mal de vomitar, que también, sino mal de
perder el control. Era beber un chupito de tequila y saber que a la
mañana siguiente me iba a arrepentir. De lo que fuera. Tuve un
episodio algo especial que involucraba una botella dePatrón, un
contenedor de Madrid limpio y verde y la Neptuno. Prefiero no
hablar de ello. Sólo diré, en mi defensa, que aún no sabía que el
tequila me nublaba el juicio. Y la vista, sobre todo la vista. Eso
no quiere decir que no me guste beber, tampoco te voy a engañar.
Pocas cosas hay mejores que disfrutar de unos gin tonics en una
terraza y en verano.
Miré al chico que tenía al lado y tuve esa extrañasensación de que me
miraba como si estuviera loca. La misma mirada que utiliza mi madre
cuando alguna señora le dice que no le echa pepino al gazpacho. Y supe
que iba a ser la última vez que le vería.
Mira… yo sólo te he preguntado que si querías un chupito,
pero… esto… ya me voy.
Antes de que yo pudiera siquiera abrir la boca para decir alguna tontería
más, él ya se había perdido entre lamultitud.
- Y otro chico guapo que desaparece.
Me giré hacia Álvaro mientras le daba un sorbo a mi copa. A mí me daba
igual que el chico hubiera desaparecido, pero parecía ser que a Álvaro no.
Y sabía que llevaba la cuenta.
- ¿Cuántos van? – le pregunté sin ningún tipo de interés.
- Cinco…
- ¡Ah, bueno! No está tan mal – La nube negra que me había
estado siguiendo todo el día, de repente era de un tonoun poco
más grisáceo.
- …en lo que va de noche – Álvaro terminó la frase – No te digo
el número total porque no quiero que te deprimas más, te
emborraches todavía más y tener que llevarte a cuestas hasta tu

casa. Otra vez.
Disculpa, ¿estás insinuando que soy una borracha sin
autocontrol? – pregunté indignada, aunque no demasiado porque,
tampoco me iba a engañar a mí misma, últimamente me habíacomportado como tal.
No, estoy insinuando que has engordado y que no quiero
llevarte a caballito. Ya no es divertido.
Pensé en contestar a esas acusaciones, pero yo también sabía que había
engordado un par de kilos desde la última vez que Rodrigo me dejó. La
anterior habían sido cuatro, lo cual quería decir que no todo era tan negro.
Mi nube recuperó otro tono de gris, la noche se estaba poniendomejor.
Además, me consolé a mí misma, si me ponía al lado de Álvaro desde
luego que iba a parecer un cerdito, teniendo en cuenta que él había
adelgazado considerablemente en los dos últimos meses.
¿Os habéis dado cuenta de que todas esas niñas de ahí van
vestidas como putas? Parecen versiones en miniatura de
Christina Aguilera.
Álvaro y yo nos miramos, y después miramos a Inés. Por supuesto,primero
miramos a las putas en miniatura.
Yo creo que son más Britney que Christina – puntualizó
Álvaro, mientras yo intentaba verlas mejor – ¿Por qué estás de
mal humor?
No lo sé, veamos. Supongo que porque les pedí a mis dos
mejores amigos que me acompañaran esta tarde a ver las flores, y
lo único que recibí a cambio fueron dos excusas patéticas que
hasta a mi hermano pequeño le habría dado vergüenzautilizar –
Inés se subió al taburete y trató de captar la atención de una de
las camareras.
- Tú no tienes hermanos – le dijo Álvaro, bajito y despacio.
- Y tu excusa era una mierda – contestó ella, igual de bajito e
igual de despacio.
- ¡No era una excusa! – la voz de Álvaro sonó muy aguda, como
de niña estrangulada. Es lo que tiene ser una chica atrapada en el
cuerpo de un hombre. Muy femenino,sí, pero un hombre a fin de
cuentas – La madre de Pedro tenía que ir a urgencias.

¿Y pretendes que me crea que tú, que hierves tu cepillo de
dientes antes de usarlo, acompañaste a una señora mayor a un
hospital? – la voz de Inés también sonó aguda, aunque en su caso
se debía a que estaba perdiendo los nervios. Era algo que le
pasaba a menudo últimamente, y no se lo teníamos en cuenta. La...
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