El Principito
Autor: Víctor Hugo Rascón Banda
EL CAMINO A SANTA ROSA
Es media noche en santa rosa, un pueblo minero de la baja tarahumara. El escritor de proceso no quiere ir a dormir sin dejar un pormenor de lo que le sucedió este día.
en la mañana cuando baje del avión en el aeropuerto de chihuahua, sentí la muerte cerca; adentro del aeropuerto, mientras esperaba aque llegara mi padre para llevarme a santa rosa, comprobé que los presentimientos tienen razón de ser. Sin nada que hacer más que esperar, me puse a ver a los pasajeros que viajarían hacia ciudad Juárez en el mismo vuelo que me trajo desde México. Dos jóvenes de 25 y 30 años, que podrían llevar los nombres de Rubén y santos, me llamaron la atención porque no llevaban equipaje más que unas bolsasdeportivas, pues miraban constantemente hacia la entrada de la sala y hacia el avión que aguardaba en la pista; se notaba que esperaban a alguien o estaban desesperados por estar ya en la frontera. Por sus ropas vaqueras y su rostro serrano y la ansiedad que mostraban, habrían de ser pasajeros que por primera vez tomaban el avión. Hablando a veces entre los dos, las mínimas palabras conmonosílabos y silencios que expresan más que una conversación, era evidente que eran hermanos o amigos que se comunican con un lenguaje lleno de sobrentendidos.
Uno de ellos, Rubén el más joven, miro a alguien que entraba al aeropuerto y previno al otro, con un gesto. Se miraron y caminaron de prisa hacia la sala de abordaje, pero cambiaron de idea y se dirigieron al segundo piso. Cuando subían lasescaleras, pasaron cerca de mis tres hombres con pistolas en las manos. Santos y Rubén los vieron desde la puerta del restaurante y se devolvieron, bajaron empujando gente y corriendo hacia el estacionamiento, pero se detuvieron al ver llegar más hombres armados con metralletas. Rubén y santos, en su desesperación quisieron salir hacia la pista del aeropuerto. Se escucharon balazos, gritos y órdenespara que se detuvieran. Santos recibió una descarga y cayó sobre la banda de equipaje, Rubén corrió hacia donde yo estaba y, justo frente a mí, cayo balaceado. Asesinos, grito una mujer embarazada a los hombres armados, quienes se acercaron a revisar el cuerpo, sacándole sus pertenencias. Eran narcos, respondió uno de los hombres, que volteo y la miro con furia. Eso no les quita a ustedes loasesinos, le dijo una joven. En todos los rostros había indignación.
Mi padre llego por mí en una troca colorada con placas de Texas y escuchando corridos prohibidos por el gobernador. El ventarrón un joven que le servía de chofer, condujo para salir directamente a la carretera de Cuauhtémoc, la puerta de la sierra.
Ningún paisaje del camino pudo borrar de mi mente la impresión de lo que aconteció enel aeropuerto. En el entronque de huajamar, donde comienza la terracería, me esperaba otro percance, un retén de judiciales. Bájense, nos gritaron de mal modo. Obedecimos y revisaron la troca por arriba y por abajo. Cuando pregunte cual era el motivo de la revisión, solo contestaron armas y licor. Seguimos el camino después de dar cumplimiento a la ley seca de la sierra, pero más allá dememelichic, nos esperaba otro reten, ahora de soldados. Volvieron a revisar la troca por arriba y por abajo. Droga, dijeron, cuando les pregunte que buscaban. La droga se saca de la sierra, no se mete, dijo el ventarrón, le pidieron los papeles de la troca. Mi padre saco de la guantera una bolsa de plástico con todos los permisos. Un soldado le paso los papeles a un cabo y este a un capitán. Es chueca yaquí se queda, dijeron. Pedí hablar con el jefe. No creo que sea tan difícil dialogar con un militar y lograr una conversación coherente. Están cuadrados del seso. A veces la defensa más inocente e ingenua tiene su efecto, soy escritor. Voy a mi casa en santa rosa. Vivo en México. Escribo en proceso. Denunciare todo. Y santo remedio, aventaron los papeles sobre el asiento y nos dejaron ir.
Nos...
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