el rastro de tu sangre en la nieve

Páginas: 32 (7891 palabras) Publicado: 29 de julio de 2014
EL RASTRO DE TU SANGRE EN LA NIEVE

Al anochecer, cuando llegaron a la frontera, Nena Daconte se dio cuenta de que el dedo con el anillo de bodas le seguía sangrando. El guardia civil con una manta de lana cruda sobre el tricornio de charol examinó los pasaportes a la luz de una linterna de carburo, haciendo un gran esfuerzo para que no lo derribara la presión del viento que soplaba de losPirineos. Aunque eran dos pasaportes diplomáticos en regla, el guardia levantó la linterna para compro­bar que los retratos se parecían a las caras. Nena Daconte era casi una niña, con unos ojos de pájaro feliz y una piel de melaza que todavía irradiaba la resolana del Caribe en el lúgubre anochecer de ene­ro, y estaba arropada hasta el cuello con un abrigo de nucas de visón que no podía comprarsecon el sueldo de un año de toda la guarnición fronteriza. Billy Sánchez de Ávila, su marido, que conducía el coche, era un año menor que ella, y casi tan bello, y llevaba una chaqueta de cuadros escoceses y una gorra de pelotero. Al contrario de su esposa, era alto y atlético y tenía las mandíbulas de hierro de los matones tímidos. Pero lo que revelaba mejor la con­dición de ambos era el automóvilplatinado cuyo interior exhalaba un aliento de bestia viva, como no se había visto otro por aquella frontera de pobres. Los asientos posteriores iban atiborrados de maletas demasiado nuevas y muchas cajas de regalos todavía sin abrir. Ahí estaba, además, el saxofón tenor que había sido la pasión dominante en la vida de Nena Daconte antes de que sucumbiera al amor contra­riado de su tiernopandillero de balneario.
Cuando el guardia le devolvió los pasaportes se­llados, Billy Sánchez le preguntó dónde podían en­contrar una farmacia para hacerle una cura en el dedo a su mujer, y el guardia le gritó contra el vien­to que preguntaran en Hendaya, del lado francés. Pero los guardias de Hendaya estaban sentados a la mesa en mangas de camisa, jugando barajas mientras comían pan mojado en tazones devino dentro de una garita de cristal cálida y bien alumbrada, y les bastó con ver el tamaño y la clase del coche para indicarles por señas que se internaran en Francia. Billy Sánchez hizo sonar varias veces la bocina, pero los guardias no entendieron que los llamaban, sino que uno de ellos abrió el cristal y les gritó con más rabia que el viento:
—Merde! Allez vous en!
Entonces Nena Dacontesalió del automóvil en­vuelta con el abrigo hasta las orejas, y le preguntó al guardia en un francés perfecto dónde había una farmacia. El guardia contestó por costumbre con la boca llena de pan que eso no era asunto suyo, y menos con semejante borrasca, y cerró la ventanilla.
Pero luego se fijó con atención en la muchacha que se chupaba el dedo herido envuelta en el destello de los visonesnaturales, y debió confundirla con una aparición mágica en aquella noche de espantos, por­que al instante cambió de humor. Explicó que la ciudad más cercana era Biarritz, pero que en pleno invierno y con aquel viento de lobos tal vez no hu­biera una farmacia abierta hasta Bayona, un poco más adelante.
—¿Es algo grave? —preguntó.
—Nada —sonrió Nena Daconte, mostrándole el dedo con la sortija de diamantesen cuya yema era apenas perceptible la herida de la rosa—. Es sólo un pinchazo.
Antes de Bayona volvió a nevar. No eran más de las siete, pero encontraron las calles desiertas y las casas cerradas por la furia de la borrasca, y al cabo de muchas vueltas sin encontrar una farmacia decidieron seguir adelante. Billy Sánchez se alegró con la decisión. Tenía una pasión insaciable por los automóvilesraros y un papá con demasiados senti­mientos de culpa y recursos de sobra para complacerlo, y nunca había conducido nada igual a aquel Bentley convertible de regalo de bodas. Era tanta su embriaguez en el volante que cuanto más andaba menos cansado se sentía. Estaba dispuesto a llegar esa noche a Burdeos, donde tenían reservada la suite nupcial del hotel Splendid, y no habría vientos con­trarios...
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