El Regalo Del Viajero

TRES
“POR FAVOR LEVÁNTESE DEL PISO Y SIÉNTESE EN ESTA SILLA”.
David abrió los ojos con lentitud y miró directamente al rostro de un hombre
que le parecía ligeramente familiar. Era un caballero mayor y de pequeña estatura,
de cabello corto casi blanco y peinado de forma cuidadosa, que contrastaba con la
apariencia un poco desaliñada de su ropa. Las mangas de su camisa de vestir estaban enrolladashasta los codos, y su corbata de franjas rojas y negras tenía el nudo
suelto. Encima de la afilada nariz descansaba un par de lentes lo suficientemente
gruesos como para que sus ojos azules parecieran gigantescos.
“Este es un momento muy inconveniente para mí”, dijo el hombre. “Sólo siéntese ahí y quédese callado”. Volviéndose con rapidez, caminó hacia un enorme
escritorio labrado a mano.Colocándose detrás y tomando un montón de papeles,
refunfuñó: “Como si no tuviera suficiente con lo que pasa ahora”.
Confundido, David miró alrededor. Estaba sentado sobre una gran alfombra persa, con la espalda contra la pared de una ornamentada habitación de techo elevado. Directamente a su izquierda estaba la silla de caoba de alto respaldo que
había señalado el hombre que ahora intentaba ordenarpapeles al otro lado de la
habitación. A su derecha, un globo terráqueo se elevaba sobre un pedestal frente a
una chimenea apagada.
Acomodándose en la silla, David dijo: “Tengo sed”.
Sin levantar la vista, el hombre replicó: “En un momento le traeré algo para
tomar. Ahora, por favor, manténgase callado”.
“¿Dónde estoy?”, preguntó David.
“Preste atención”. El hombre maldijo mientras tiraba el montón depapeles sobre el escritorio y señalaba con el dedo a David. “Le pedí amablemente que se
quede callado y espero que lo haga. Usted está en Postdam, Alemania, un suburbio
de Berlín, en una zona libre al presente controlada por el Ejército Rojo. Es martes,
24 de julio de 1945”. Respirando con profundidad y aparentando calmarse, con-

tinuó con su trabajo de nuevo. Separando los papeles, dijo:“Entonces ahora, siéntese y medite
sobre eso por un rato”.
David frunció el ceño. Debo estar en un hospital, pensó. Este es un lugar viejo y
lúgubre. Y si este tipo es mi médico, tiene una manera horrible de tratar a los pacientes.
Sentado completamente quieto, tratando de controlarse, David observaba al hombre en el escritorio. ¿Por qué me diría que estoy en Alemania?, se preguntó. ¿Y el
asunto delEjército Rojo? Debo tener una herida en la cabeza. ¿Es esto algún tipo de
examen psiquiátrico?
Estiró el cuello de su gruesa camisa azul oscura. Incómodo con el calor, David
divisó una jarra de agua y algunos vasos sobre una pequeña mesa cerca de una
ventana directamente al otro lado de la habitación. Se levantó y caminó despacio
hacia el agua. Con el rabillo del ojo, vio que el hombre tras el escritoriolevantaba
la vista brevemente, fruncía el entrecejo y volvía a su trabajo.
Sin hacer ruido, David se sirvió un vaso de agua, y al beberlo, miró por la ventana. Era obvio que estaba en una habitación del segundo piso de este edificio o
casa o lo que fuera. Debajo de él, a no más de ciento cincuenta metros de distancia, vio la ribera de un río que se movía lentamente. No había gente navegando,
niniños jugando; de hecho, no vio absolutamente a nadie. “Algo no anda bien
aquí”, musitó David mientras un soplo de brisa le alcanzó el rostro e hizo mover
las cortinas al lado de él.
Al sacar la mano a través de la ventana abierta, David casi se alarmó al encontrar
que el aire era cálido y húmedo. Entonces descubrió qué lo había estado inquietando. Era el aire. El aire era cálido. Todos lo árbolesal alcance de su vista estaban
llenos de hojas, y la hierba en el patio de abajo era verde. ¿En pleno invierno?
Poniendo el vaso sobre la mesa, David colocó las manos en el antepecho de la
ventana y sacó el torso por la abertura. Sí, hacía calor, confirmó, y se metió hacia
adentro. ¿Qué clase de lugar es este?, se preguntó David. ¿Por qué están abiertas las
ventanas? Con lo caluroso que...