El Reino De Este Mundo

Páginas: 42 (10272 palabras) Publicado: 22 de agosto de 2011
LAS CABEZAS DE CERA
Entre los veinte garañones traídos al Cabo Francés por el capitán de barco que andaba de media
madrina con un criador normando, Ti Noel había elegido sin vacilación aquel semental cuadralbo, de
grupa redonda, bueno para la remonta de yeguas que parían potros cada vez más pequeños. Monsieur
Lenormand de Mezy, conocedor de la pericia del esclavo en materia de caballos, sinreconsiderar el
fallo, había pagado en sonantes luises. Después de hacerle una cabezada con sogas, Tí Noel se gozaba
de todo el ancho de la sólida bestia moteada, sintiendo en sus muslos la enjabonadura de un sudor que
pronto era espuma ácida sobre la espesa pelambre percherona. Siguiendo al amo, que jineteaba un
alazán de patas más livianas, había atravesado el barrio de la gente marítima, consus almacenes
olientes a salmuera, sus lonas atiesadas por la humedad, sus galletas que habría que romper con el
puño, antes de desembarcar en la Calle Mayor, tornasolada, en esa hora mañanera, por los pañuelos a
cuadros de colores vivos de las negras domésticas que volvían del mercado. El paso de la carroza del
gobernador, recargada de rocallas doradas, desprendió un amplio saludo a MonsieurLenormand de
Mezy. Luego, el colono y el esclavo amarraron sus cabalgaduras frente a la frente a la tienda del
peluquero que recibía La Gaceta de Leyde para solaz de sus parroquianos cultos.
Mientras el amo se hacía rasurar, Ti Noel pudo contemplar a su gusto las cuatro cabezas de cera que
adornaban el estante de la entrada. Los rizos de las pelucas enmarcaban semblantes inmóviles, antes
deabrirse, en un remanso de bucles, sobre el tapete encarnado. Aquellas cabezas parecían tan reales —
aunque tan muertas, por la fijeza de los ojos— como la cabeza parlante que un charlatán de paso había
traído al Cabo, años atrás, para ayudarlo a vender un elixir contra el dolor de muelas y el reumatismo.
Por una graciosa casualidad, la tripería contigua exhibía cabezas de terneros, desolladas,con un tallito
de perejil sobre la lengua, que tenían la misma calidad cerosa, como adormecidas entre rabos
escarlatas, patas en gelatina, y ollas que contenían tripas guisadas a la moda de Caen. Sólo un tabique
de madera separaba ambos mostradores, y Ti Noel se divertía pensando que, al lado de las cabezas
descoloridas de los terneros, se servían cabezas de blancos señores en el mantel de lamisma mesa. Así
como se adornaba a las aves con sus plumas para presentarlas a los comensales de un banquete, un
cocinero experto y bastante ogro habría vestido las testas con sus mejor acondicionadas pelucas. No
les faltaba más que una orla de hojas de lechuga o de rábanos abiertos en flor de lis. Por lo demás, los
potes de espuma arábiga, las botellas de agua de lavanda y las cajas de polvosde arroz, vecinas de las
cazuelas de mondongo y de las bandejas de riñones, completaban, con singulares coincidencias de
frascos y recipientes, aquel cuadro de un abominable convite.
Había abundancia de cabezas aquella mañana, ya que, al lado de la tripería, el librero había colgado
de un alambre, con grapas de lavandera, las últimas estampas recibidas de París. En cuatro de ellas,
por lomenos, ostentábase el rostro del rey de Francia, en marco de soles, espadas y laureles. Pero
había otras muchas cabezas empelucadas, que eran probablemente las de altos personajes de la Corte.
Los guerreros eran identifícables por sus ademanes de partir al asalto. Los magistrados, por su ceño de
meter miedo. Los ingenios, porque sonreían sobre dos plumas aspadas en lo alto de versos que nadadecían a Ti Noel, pues los esclavos no entendían de letras. También había grabados en colores, de una
factura más ligera, en que se veían los fuegos artificiales dados para festejar la toma de una ciudad,
bailables con médicos armados de grandes jeringas, una partida de gallina ciega en un parque, jóvenes
libertinos hundiendo la mano en el escote de una camarista, o la inevitable astucia del...
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