El reino de los cielos
MARIO BENEDETTI
El día 17 de mayo de 2009, poco después de las seis de la tarde, murió
Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia, mejor conocido como
el poeta, gran cuentista, dramaturgo, novelista, ensayista, periodista y luchador
social uruguayo Mario Benedetti, en su casa de Montevideo, a los 88 años de
edad. De entre su prolífica producción literariaque incluye más de 80 libros,
algunos traducidos a más de 20 idiomas, destacan sus novelas La tregua,
Gracias por el fuego y Primavera con una esquina rota; el drama Pedro y el
Capitán; sus colecciones de cuentos Montevideanos, La muerte y otras
sorpresas y Con y sin nostalgias, así como su poemarios Poemas de oficina,
Próximo prójimo, Poemas de otros y los distintos Inventarios en los que alo
largo de su vida compilaba lo más representativo de su poética. Como un
sentido homenaje, trabajadores presenta en sus páginas un ejemplo que
muestra claramente la sencillez de su prosa, su mordaz ironía y el profundo
compromiso social que marcó toda su existencia.
Llegaron a Salidas Internacionales de Barajas
con el tiempo justo, de modo que tuvieron que
situarse de inmediato en la colade Iberia, vuelo
987 a Buenos Aires. Ninguno de los tres hablaba.
La noche anterior habían llegado en auto desde
Francia. En realidad, ni a Asdrúbal ni a Rosa les
gustaba esta partida, esta separación, pero lo habían resuelto de común acuerdo: Ignacio debía ir
a Montevideo. Ahora tenía once años, estaba en
Europa desde los cinco, y el riesgo era que se convirtiera en un francés. Nada contralos franceses,
pero el botija era uruguayo y enviarlo ahora a Montevideo para que pasara un mes con los cuatro
abuelos y se familiarizara con los tíos y primos, y
también con las calles y las playas, era una maniobra cuidadosamente planificada, una idea nacida
aquella tarde en que Rosa lo había sorprendido
contando casi clandestinamente un, deux, trois,
quatre, cinq, six, cuando hasta esemomento
siempre lo había hecho en español.
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trabajadores | mayo-junio 2009
–Tené cuidado con esta bolsita roja –dijo por
fin Asdrúbal cuando todavía estaban a dos lugares
del mostrador–. Aquí están el pasaporte, el pasaje,
algunos dólares.
–Y no te preocupes a la llegada –agregó Rosa–.
En Ezeiza estarán los abuelos, y a lo mejor el tío
Ambrosio. Vendrán especialmente desdeMontevideo.
–Y además –dijo Asdrúbal– cuando desciendas
del avión una azafata te acompañará hasta dejarte
con los abuelos.
Ignacio respondió con monosílabos. Una semana con el mismo estribillo. Ya que debía irse, y
él no lo había pedido ni resuelto, lo mejor era
arrancar de una buena vez.
–Contale a los abuelos cómo vivimos, cómo es
el barrio, cómo son los vecinos —dijo Rosa—.
La escuela a la quevas, las buenas notas que
tuviste este semestre. Así a los viejos se les cae la
baba.
–Sí, mamá.
–Y a Roberto que me conteste enseguida sobre
la consulta que le hago.
–Sí, papá.
–Mira que aquí hace calor y allá en cambio vas
a llegar en pleno invierno. Antes del descenso ponete el abrigo.
–Sí, mamá.
Ya estaban junto al mostrador. No había valija a
despachar. Todo lo suyo, incluidoslos regalos, cabía en un bolsón de mano.
–¿Viaja solo el niño?
–Sí, aquí está todo.
–Bueno, ya es un hombrecito.
El hombrecito enrojeció como un semáforo, tal
vez porque la empleada era lindísima y además le
estaba dedicando su sonrisa profesional para U.M.
(Unaccompanied minor).
–Ya puede ir pasando por el control. Puerta
cinco. Buen viaje, Ignacio.
Ignacio se sorprendió de que aquellamuchacha
ya se hubiera enterado de su nombre.
–La conquistaste –dijo Asdrúbal–. Qué flechazo, che.
Se acercaron lentamente a la entrada para pasajeros. Casi lloriqueando, Rosa le arregló el cuello
de la campera, le acomodó el bolsón grande en el
hombro derecho, luego lo besó varias veces y
le dio un abrazo tan apretado que el cuello se le
volvió a torcer. Asdrúbal fue mucho más sobrio...
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