El retrato de la clase baja
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Jill Jennings
Dr. Whitaker Jordan
SPAN 401
21 noviembre 2014
El retrato de la clase baja
Las clases sociales siempre habían sido un tema prevalente en la literatura española,
aunque la imagen variaba de obra en obra. Más específicamente, la clase baja se presentaba de
dos maneras distintas: con esperanza o sin ella. El pícaro contrastaba claramente con el personaje típico de la clase baja, que era desesperado, y muchas veces no sobrevivió.
La Celestina
,
La
familia de Pascual Duarte
, «Nanas de la cebolla» y
Muy lejos de Madrid
ejemplificaban el caso
típico de la gente pobre. Para diferenciar, el pícaro en
Lazarillo de Tormes
se definía por ser el
opuesto de lo que se esperaría. Por lo general, las picarescas pintaban un retrato de la clase baja más positivo de lo usual en que eran capaces de mejorar la vida.
La Celestina
, una tragicomedia escrita por Fernando de Rojas, se publicó en el año 1499.
Una puente entre épocas literarias, muchos querían incluirla en los dos la Edad Media y el Siglo
de Oro. La obra se trataba de una alcahueta «mala y astuta» que intentaba tramar un plan para engañar a una pareja joven (Ibarra 119). Celestina planeaba robar dinero, junto con los criados de
los jóvenes, Pármeno y Sempronio. Para convencer a los criados de que los tres deberían
compartir lo que ganaran dijo, «que los bienes, si no son comunidados, no son bienes. Ganemos
todos, partamos todos, holguemos todos» (Ibarra 129). Tuvieron éxito en engañar a los amantes y Celestina se quedaba con la mayoría de las ganancias. Cuando Pármeno y Sempronio le
pidieron sus partes, ella les respondió, «pues ya sabes, Sempronio, que estos ofrecimientos, estas
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palabras de buen amor, no obligan» (Ibarra 145). Se retractó su oferta y rehusó compartir como
había prometido. Pero pretender engañar a Pármeno y Sempronio resultó demasiado. Sempronio
amenazó, «da voces o gritos, que tú cumplirás lo que prometiste o cumplirán hoy tus días» (Ibarra 147). Ni qué decir tenía que Celestina se falleció poco después. Muy lista era, pero su
codicia causó su muerte. No sobrevivió para seguir adelante en la vida.
Una segunda perspectiva de la clase baja la dibujaba como simplones que lograron
sobrevivir. Pascual Duarte era la personificación de este tipo.
La familia de Pascual Duarte
, escrito por Camilo José Cela, era la confesión de los crímenes de Pascual que él quería anotar
antes de que muriera. Su calidad de vida era muy baja, gracias a sus decisiones, pero sobrevivió
por la violencia. Seguía el camino de su papá, que «cuando se enfurecía, cosa que le ocurría con
mayor frecuencia de lo que se necesitaba, nos pegaba a mi madre y a mí» (Cela 161). Pascual demostraba una mentalidad bien fatalista en varias ocasiones. «Hay hombres a quienes se les
ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino
de los cardos y de las chumberas», lamentó (Cela 158). En otro caso, admitió que era «de natural
violento» (Cela 167). Le echaba la culpa a Dios cuando fuera posible. Desde que no pensaba en
cambiar su destino, sino continuó ciegamente en sus errores, no tenía éxito en la vida. Su vida se consistía de pasar entre crímenes sangrientos y la cárcel, nada más.
El retrato más deprimente de la gente pobre la representaba sin esperanza, y hasta no
sobrevivió. «Nanas de la cebolla» contaba la historia verdadera de Miguel Hernández, quien
vivía durante la Guerra Civil de España, y los sufrimientos de su familia. Hernández era parte de los republicanos y fue metido en la cárcel por los franquistas que apoyaban al dictador Franco
(“Nanas de la cebolla”). Mantenía contacto con su familia por cartas, y su esposa le decía sin
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parar de las dificultades que sufrían (“Nanas de la cebolla”). En una carta, le dijo que no tenían
nada de comer sino el pan y la cebolla (“Nanas de la cebolla”). Hernández respondió con el ...
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