El Retrato

Páginas: 87 (21674 palabras) Publicado: 19 de octubre de 2011
El Retrato
Nicolás Gogol
PRIMERA PARTE
EN NINGUNA PARTE SE DETENÍA TANTO PÚBLICO como delante de la tienda de cuadros de Schukin Dvor. Dicho establecimiento ofrecía, en verdad, el más heterogéneo conjunto de genialidades. Los cuadros, en su mayoría pintados al óleo y recubiertos luego de barniz verdinegro, tenían marcos pretenciosos de color ocre. Los temas habituales eran un paisaje invernalcon los árboles blancos, un crepúsculo totalmente rojo como el resplandor de un incendio, un campesino flamenco, más parecido a un pavo con puños almidonados que a una persona, con el brazo arqueado para sostener su pipa... También había algunos grabados como, por ejemplo, un retrato de Jozrev-Mirzá y otros de generales con tricornio y la nariz torcida. Por si fuera poco, a la puerta solíancolgar ristras de obras recortadas en corteza de árbol y pegadas en grandes folios, testimonio del talento innato del hombre ruso. Una representaba a la zarina Miliktrisa Kirbítievna y otra la ciudad de Jerusalén, por cuyas casas e iglesias había pasado una tromba de pintura roja, abarcando parte del suelo y a dos campesinos rusos que oraban con las manoplas puestas.

Los compradores de estas obrassuelen ser pocos, pero en cambio hay multitud de mirones. Las contempla con la boca abierta algún criado desaprensivo que lleva en un portaviandas el almuerzo que ha sacado de la fonda para su amo, quien, de seguro, no comerá la sopa muy caliente. Antes que él las han contemplado, sin duda, aquel soldado del capote, rey del baratillo, que vende dos cortaplumas y aquella vendedora de Ojtá, cargadacon una caja llena de zapatos. Cada cual se admira a su manera: los mujiks suelen señalar con el dedo; los señores adoptan una actitud grave; los recaderos y los aprendices de menestrales se ríen y se burlan unos de otros, comparándose con las caricaturas allí pintadas; los lacayos viejos, uniformados con capotón de frisa, miran tan só1o para quedarse embobados en alguna parte; en cuanto a lasvendedoras, jóvenes mujeres rusas, acuden por instinto para escuchar lo que parlotea la gente y mirar lo que miran los demás.

Por entonces se detuvo delante de la tienda el joven pintor Chartkov, que iba de paso. El abrigo tazado y el traje sin pretensiones pregonaban al hombre dedicado de lleno a su trabajo y falto de tiempo para ocuparse de su indumentaria, aunque ésta ejerce siempre unamisteriosa sugestión sobre los jóvenes. Se detuvo, pues, delante de la tienda y primero se rió para sus adentros de aquellos monstruosos cuadros, pero al fin se puso insensiblemente a cavilar, preguntándose a quién le harían falta tales obras. No le sorprendía que el pueblo ruso se embelesara viendo los Eruslán Lázarevich, los tragapanes y tragavino o los Fomá y Erioma, pues los sujetos representados erancomprensibles y estaban muy al alcance de su entendimiento. Pero ¿dónde podían estar los compradores de aquellos abigarrados y sucios esperpentos al óleo? ¿A quién podían interesar aquellos campesinos flamencos y aquellos paisaies en rojo y azul celeste que, pretendiendo ser un paso adelante en el arte, só1o expresaban lo profundo de su envilecimiento? Y no podían ser obra de un adolescenteautodidacta. En ese caso, algún destello brioso habría brotado en medio del conjunto insensible y caricaturesco. Pero lo que allí se descubría era sencillamente cerrazón mental y una
ineptitud impotente y decrépita que se había colado de rondón en las filas del arte cuando su lugar estaba entre los bajos oficios; una ineptitud que, sin embargo, se mantenía fiel a su vocación
y que introducía suoficio en el arte. ¡Eran los mismos colores, la misma factura, la misma mano rutinaria y chabacana, más propia de un autómata toscamente ensamblado que de un ser humano!... Chartkov permaneció un buen rato ante aquellos cuadros sucios, al final sin pensar siquiera en ellos, mientras el dueño de la tienda, un hombrecillo gris, con abrigo de frisa y barba sin afeitar desde el domingo, llevaba ya tiempo...
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