EL ROJO NO ES UN COLOR 3


EL ROJO NO ES UN COLOR.

“El más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza perdida”
F. García Lorca.

“Cuando Antonia conoció a su padre tenía ya tres años. Cuando Antonio conoció a su hija tenía ya una guerra perdida”.

Se llamaba Antonia porque su padre, pescadero y agricultor, que había tenido que irse a la zona republicana para no morir, se llamaba Antonio.Mientras dejaba atrás una casa, a su mujer embarazada y mucho miedo en un pueblo dividido por rencillas más allá de las creencias políticas, Antonio se hizo rojo y así se le conoció desde entonces en el pueblo.
Antonia pensaba que los rojos tenían cuernos, rabo y eran malos, por lo menos eso se decía en el pueblo, así que cuando mama Damiana y el tío Paco la llevaron a la plaza de toros de Granadadonde estaba en tránsito a un campo de concentración, iba con mucho miedo. Si su padre era un rojo, casi mejor no conocerlo.
¡¡Antoñita, Antoñita mía, mi niña!! – una voz gritaba desde una ventanilla enrejada.
¿Papa...papa? – decía Antonia mientras apretaba la mano de su madre.
Damiana la asomó por la reja y recibió muchos besos en su pequeña mano de un hombre normal, sin cuernos, sin rabo, sinmaldad, besos de padre castigado con la ausencia, palabras dulces de quien no ha tenido derecho a elegir. Recuerda las lágrimas del tito llenando su rostro, sin reprimirlas, intentando abrazar a su hermano entre los barrotes.
Desde ese día, Antonia decidió no creer nunca nada que no pudiera ver y no permitir que dentro de su alma existiera la palabra olvido. Quizás también fue en ese momento, cuando sucorazón empezó a resentirse, espantado por la capacidad del ser humano para hacer daño.
Antonio volvió al pueblo para morir. Le dieron el paseíllo desde la acequia Espigares, atravesando sus propias tierras, hasta llegar a las tapias del cementerio, después de encontrarse con los suyos en la plaza de toros, estuvo un año más en un campo de concentración cercano a Cádiz,

entonces volvió aGranada para que lo mataran la ignorancia y el odio sin sentido. Pudo ver desde el camión a su mujer, a su hermano y a su niña, queriendo despedirse, y él sólo pudo mirarles y morir de pena antes de ser fusilado.

ANTONIA.
Antonio “El Rojo”, mi padre, murió fusilado cuando yo tenía cuatro años, pero recuerdo perfectamente sus besos en mis manos, sus ansias de libertad por abrazarme, sus ojos de miedocuando iba en la camioneta y mi tío Paco me llevaba a hombros para que le dijera adiós. No puedo olvidar que su rostro de hombre sencillo me quitó el miedo a los rojos y me enseñó que el rojo es algo más que un color. Intento no olvidar que era mi padre. Fui criada por mi madre, mis abuelos paternos centrados en un luto perpetuo y por mi tío Paco, su hermano, lo más cercano a un padre que heconocido. Al tito le debo sus recuerdos, saber que mi padre era inocente y murió sin saber muy bien el motivo. He sobrevivido gracias a sus atenciones, a su trabajo en el campo, a su venta ambulante de pescado por los pueblos de alrededor, mientras mi madre, fundida en su pena, se encargó de criarme y de cuidar de sus suegros y cuñado, en cuya casa vivíamos. No quiero olvidar que lo mataron. Me resisto aperdonar y eso quizás daña aún más mi corazón herido, mi cansancio imperecedero de niña que se hizo mujer a fuerza de mentiras y verdades calladas. He crecido con el sinsabor de lo incomprensible, con el hambre de los perdedores, con la amargura del silencio, con el dolor de lo imperdonable.

TÍO PACO.
Cómo vivir con esta agonía. Mi memoria vuelve cada día a la madrugada en que se lo llevaron.Estábamos ablentando en las eras de Enmedio cuando vimos acercarse a un grupo de vecinos. Yo era sindicalista, joven y rebelde, luchador pero cobarde. Y esa cobardía pudo conmigo, hasta el punto de convertirse en mi penitencia eterna. Ellos preguntaron por el sindicalista y mi hermano dio un paso al frente. Yo me callé y mi silencio lo mató. Se lo llevaron para siempre. Yo volví a la casa ahogado...