El Savana

La estación estaba compelatemnte vacía, parecia que el tren donde venía George, estaba solamente ocupado por él, un vagón especialmente hecho para él. Caminaba de un lado al otro del andén, lasbaldosas de cerámica desgastadas crujían a su paso, el viento que se colaba entre las rendijas de puertas y ventanas que no encajaban bien emitía un gemido casi humano, los bancos de madera marcados poriniciales de amores que nunca llegaron a ser posibles y la tenue luz de dos de los 6 faroles que habitaban en aquel lugar, el viento cesó, y solo se pudo oír el tic tac del viejo reloj de la estación,que iba hacia atrás. De pronto se escuchó un terrible grito de dolor, como si una madre hubiera encontrado a su hija muerta o un puñal acabase de atravesar el pecho de alguien, noté como mi corazónse aceleraba y un escalofrío me recorría cada parte de mi cuerpo, el reloj de la estación dio cuatro campanadas, cuando sus agujas de hierro forjado marcaban las dos y veinticinco de la tarde, cuandoel sonido de una campana golpeada por un mazo de hierro paró, las vías del tren empezaron a rechinar, era un sonido que te revolvía las entrañas, me tapé los oídos, pues no podía seguir escuchandosemejante chillido artificial que se me mezclaba con el grito de mujer que escuché hace unos minutos.
A lo lejos pude divisar dos luces con poco resplandor que iban tomando intensidad a medida que seacercaban a los andenes de las estación “Rambla del Pardo” El tren tomó la ultima curva antes de llegar y se paró ante mí, decenas de personas salían apresuradamente de los vagones pero ninguna eraGeorge. Cuando el vehículo estaba casi vació me temí que me hubiera equivocado de tren, hasta que divisé a un hombre alto, moreno, con sombrero y una gabardina de color café, él, se acercó a mí dejó, sumaleta de piel en el suelo y me abrazo fuertemente, noté su calor. Cuando me soltó, retiró un mechon de pelo de mi mejilla y me bsó, y luego me dijo al oído: “No sabes lo que te he hechado de menos...