El señor de las moscas

Páginas: 27 (6565 palabras) Publicado: 14 de febrero de 2015
El Señor de las Moscas - Capítulo V - William Golding
El monstruo del mar
La marea subía y sólo quedaba una estrecha faja de playa firme entre el agua y el área blanca y pedregosa que bordeaba la terraza de palmeras. Ralph escogió la playa firme como camino porque necesitaba pensar, y aquél era el único lugar donde sus pies podían moverse libremente sin tener él que vigilarlos. De súbito, alpasar junto al agua, se sintió sobrecogido. Advirtió que al fin se explicaba por qué era tan desalentadora aquella vida, en la que cada camino resultaba una improvisación y había que gastar la mayor parte del tiempo en vigilar cada paso que uno daba. Se detuvo frente a la faja de playa, y, al recordar el entusiasmo de la primera exploración, que ahora parecía pertenecer a una niñez más risueña,sonrió con ironía. Dio media vuelta y caminó hacia la plataforma con el sol en el rostro. Había llegado la hora de la asamblea y mientras se adentraba en las cegadoras maravillas de la luz del sol, repasó detalladamente cada punto de su discurso. No había lugar para equívocos de ninguna clase ni para escapadas tras imaginarias... Se perdió en un laberinto de pensamientos que resultaban oscuros por noacertar a expresarlos con palabras. Molesto, lo intentó de nuevo. Esa reunión debía ser cosa seria, nada de juegos. 

Decidido, caminó más deprisa, captando a la vez lo urgente del asunto, el ocaso del sol y la ligera brisa que su precipitado paso levantaba en torno suyo. Aquel vientecillo le apretaba la camisa gris contra el pecho y lo hizo advertir - gracias a aquella nueva lucidez de sumente - la desagradable rigidez de los pliegues, tiesos como el cartón. También se fijó en los bordes raídos de los pantalones, cuyo roce estaba formando una zona rosa y molesta en sus muslos. Con una convulsión de la mente, Ralph halló suciedad y podredumbre por doquier; comprendió lo mucho que le desagradaba tener que apartarse continuamente de los ojos los cabellos enmarañados y descansar, cuandopor fin el sol desaparecía, envuelto en hojas secas y ruidosas. Pensando en todo aquello, echó a correr. 

La playa, junto a la poza, aparecía salpicada de grupos de muchachos que aguardaban el comienzo de la reunión. Le abrieron paso en silencio, conscientes todos ellos de su malhumor y de la torpeza cometida con la hoguera. 

El lugar de la asamblea donde él estaba ahora tenía más o menos laforma de un triángulo, pero irregular y tosco como todo lo que hacían en la isla. Estaba en primer lugar el tronco sobre el cual él se sentaba: un árbol muerto que debía de haber tenido un tamaño extraordinario para aquella plataforma. Quizá llegase hasta allí arrastrado por una de esas legendarias tormentas del Pacífico. Aquel tronco de palmera yacía paralelo a la playa, de manera que al sentarseRalph se encontraba de cara a la isla, pero los muchachos lo veían como una oscura figura contra el resplandor de la laguna. Los dos lados del triángulo, cuya base era aquel tronco, se recortaban de modo menos preciso. A la derecha había un tronco, pulido en su cara superior por haber servido ya mucho de inquieto asiento, más pequeño que el del jefe y menos cómodo. A la izquierda se hallabancuatro troncos pequeños, el más alejado de los cuales parecía tener un molesto resorte. 

Innumerables asambleas se habían visto interrumpidas por las risas cuando, al inclinarse alguien demasiado hacia atrás, el tronco había sacudido a media docena de muchachos lanzándolos a la hierba. Sin embargo, según podía reflexionar ahora, no se le había ocurrido aún a nadie - ni a él mismo, ni a Jack, ni aPiggy - traer una piedra y calzarlo. Seguirían así, aguantando el caprichoso balanceo de aquel columpio, porque, porque... 
De nuevo se vio perdido en aguas profundas. 
La hierba estaba agostada junto a cada tronco, pero crecía alta y virgen en el centro del triángulo. En el vértice, la hierba recobraba su espesor, pues nadie se sentaba allí. 
Alrededor del área de la asamblea se alzaban los...
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