el señor presidente

Páginas: 8 (1955 palabras) Publicado: 6 de junio de 2013
de la Policía, quien, después de darme un par de gaznatadas, mandó que me pusieran en esta bartolina, incomunicado, dijo, por revolucionario.
De miedo, de frío y de hambre lloraban los mendigos apañuscados en la sombra. No se veían ni las manos. A veces quedábanse aletargados y corría entre ellos, como buscando salida, la respiración de la sordomuda encinta.
Quién sabe a qué hora, a media nochequizá, los sacaron del encierro. Se trataba de averiguar un crimen político, según les dijo un hombre rechoncho, de cara arrugada color de brin, bigote cuidado con descuido sobre los labios gruesos, un poco chato y con los ojos encapuchados. El cual concluyó preguntando a todos y a cada uno de ellos si conocían al autor
o autores del asesinato del Portal, perpetrado la noche anterior en lapersona de un coronel del Ejército.
Un quinqué mechudo alumbraba la estancia adonde les habían trasladado. Su luz débil parecía alumbrar a través de lentes de agua. ¿En dónde estaban las cosas? ¿En dónde estaba el muro? ¿En dónde ese escudo de armas más armado que las mandíbulas de un tigre y ese cincho de policía con tiros de revólver?
La respuesta inesperada de los mendigos hizo saltar de suasiento al Auditor General de Guerra, el mismo que les interrogaba.
—¡Me van a decir la verdad! —gritó, desnudando los ojos de basilisco tras los anteojos de miope, después de dar un puñetazo sobre la mesa que servía de escritorio.l A s t u r i a s E l s e ñ o r p r e s i d e n t e

—Señor; si no me equivoco era usted el que estaba primero aquí. Usted y yo, ¿verdad?
El estudiante habló por deciralgo, por despegarse un bocado de angustia que sentía en la garganta.
—Pues creo que sí... —respondió el sacristán, buscando en las tinieblas la cara del que le hablaba.
—Y... bueno, le iba yo a preguntar por qué está preso... —Pues que es por política, dicen... El estudiante se estremeció de la cabeza a los pies y articuló a duras penas: —Yo también...
Los pordioseros buscaban alrededor de ellossu inseparable costal de provisiones, pero en el despacho del Director de la Policía les habían despojado de todo, hasta de lo que llevaban en los bolsillos, para que no entraran ni un fósforo. Las órdenes eran estrictas.
—¿Y su causa? —siguió el estudiante.
—Si no tengo causa, en lo que está usté; ¡estoy por orden superior!
Al decir así el sacristán restregó la espalda en el muro morroñosopara botarse los piojos. —Era usted...
—¡Nadal... —atajó el sacristán de mal modo—. ¡Yo no era nada! En ese momento chirriaron las bisagras de la puerta, que se abría coro rajándose para dar paso a otro mendigo.
—¡Viva Francia! —gritó Patahueca al entrar. —Estoy preso... —franqueóse el sacristán. —¡Viva Francia!
—... por un delito que cometí por pura equivocación. ¡Figure listé que por quitar unaviso de la Virgen de la O, fui y quité del cancel de la iglesia en que estaba de sacristán el aviso del jubileo de la madre del Señor Presidente!
—Pero eso, ¿cómo se supo...? —murmuró el estudiante, mientras que el sacristán se enjugaba el llanto con la punta de los dedos, destripándose las lágrimas en los ojos.
—Pues no sé... Mi torcidura... Lo cierto es que me capturaron y me trajeron aldespacho del Director de la Policía, quien, después de darme un par de gaznatadas, mandó que me pusieran en esta bartolina, incomunicado, dijo, por revolucionario.
De miedo, de frío y de hambre lloraban los mendigos apañuscados en la sombra. No se veían ni las manos. A veces quedábanse aletargados y corría entre ellos, como buscando salida, la respiración de la sordomuda encinta.
Quién sabe a quéhora, a media noche quizá, los sacaron del encierro. Se trataba de averiguar un crimen político, según les dijo un hombre rechoncho, de cara arrugada color de brin, bigote cuidado con descuido sobre los labios gruesos, un poco chato y con los ojos encapuchados. El cual concluyó preguntando a todos y a cada uno de ellos si conocían al autor
o autores del asesinato del Portal, perpetrado la noche...
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