El secreto de los flamencos

Páginas: 41 (10100 palabras) Publicado: 28 de abril de 2010
ITORIAL PLANETA, S.A.
Primera Edición, Enero 2002
Portada por Aída Poppo
Impreso en Argentina
1
Para Aída
Para Verita
I
ROJO BERMELLÓN
I
Una bruma roja cubría Florencia. Desde el Forte daBasso hasta el de
Belvedere, desde la Porta al Prato hasta la Romana. Como si estuviese
sostenida por las gruesas murallas que rodeaban la ciudad, una cúpula
de nubes rojas traslucía los albores del nuevo día. Todo era rojo debajo
de aquel vitral de niebla carmín, semejante al del rosetón de la iglesia
de Santa María del Fiore. La carne de los corderos abiertos al medio que
se exhibíanverticales en el mercado y la lengua de los perros famélicos
lamiendo los charcos de sangre al pie de las reses colgadas; las tejas
del Ponte Vecchio y los ladrillos desnudos del Ponte alie Grazie, las gar-
gantas crispadas de los vendedores ambulantes y las narices entumeci-
das de los viandantes, todo era de un rojo encarnado, aún más rojo que
el de su roja naturaleza.
Más allá, remontandola ribera del Arno hacia la Via della Fonderia,
una modesta procesión arrastraba los pies entre las hojas secas del rin-
cón más oculto del viejo cementerio. Lejos de los monumentales mau-
soleos, al otro lado del pinar que separaba los panteones patricios del
raso erial sembrado de cruces enclenques y lápidas torcidas, tres hom-
bres doblegados por la congoja más que por el peso exiguo delféretro
desvencijado que llevaban en vilo avanzaban lentamente hacia el foso
recién excavado por los sepultureros. Quien presidía el cortejo, cargan-
do él solo con el extremo delantero del ataúd, era el maestro Francesco
Monterga, quizá el más renombrado de los pintores que estaban bajo el
mecenazgo, bastante poco generoso por cierto, del duque de Volterra.
Detrás de él, uno a cada lado,caminaban pesadamente sus propios dis-
cípulos, Giovanni Dinunzio y Hubert van der Hans. Y finalmente, ce-
rrando el cortejo, con los dedos enlazados delante del pecho, iban dos
religiosos, el abate Tomasso Verani y el prior Severo Setimio.
El muerto era Pietro della Chiesa, el discípulo más joven del maestro
Monterga. La Compagnia della Misericordia había costeado los módicos
gastos delentierro, habida cuenta de que el difunto no tenía familia. En
2
efecto, tal como testimoniaba su apellido, Della Chiesa, había sido de-
jado en los brazos de Dios cuando, a los pocos días de nacer, lo aban-
donaron en la puerta de la iglesia de Santa María Novella. Tomasso Ve-
rani, el cura que encontró el pequeño cuerpo morado por el frío y muy
enfermo, el que le administró los primerossacramentos, era el mismo
que ahora, dieciséis años después, con un murmullo breve y monocor-
de, le auguraba un rápido tránsito hacia el Reino de los Cielos.
El ataúd estaba hecho con madera de álamo, y por entre sus juntas
empezaba a escapar el hedor nauseabundo de la descomposición ya en-
trada en días. De modo que el otro religioso, con una mirada imperati-
va, conminó al cura a que seahorrara los pasajes más superfluos de la
oración; fue un trámite expeditivo que concluyó con un prematuro
«amén». Inmediatamente, el prior Severo Setimio ordenó a los sepultu-
reros que terminaran de hacer su trabajo.
A juzgar por su expresión, se hubiera dicho que Francesco Monterga
estaba profundamente desconsolado e incrédulo frente al estremecedor
espectáculo que ofrecía la resueltaindiferencia de los enterradores.
Cinco días después de su súbita e inesperada desaparición, el cadáver
de Pietro della Chiesa había sido hallado extramuros, en un depósito de
leña no lejos de la villa donde residían los aldeanos del Castello Corsini.
Presentaba la apariencia de la escultura de Adonis que hubiese sido vio-
lentamente derribada de su pedestal. Estaba completamente desnudo,...
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