el sentido como articulador de la vida
El Sentido como articulador de la Vida
Jorge Sanhueza y Felipe Landaeta
El horizonte de sentido que subyace a nuestra vida se ha constituido en una dimensión urgente que requiere ser conectada para vivir en nuestro mundo actual. El trabajo, los equipos, las tareas y las demandas propias de la vida moderna, nos han despojado de la conexión primigenia que permitió el desarrollo de la vida y de la sociedad tal cual la conocemos hoy. Porque el hecho de vivir juntos, nos dio la posibilidad de superar la tendencia innata de competir y permitió la emergencia de la cooperación. Sin embargo, siglos después, la dinámica de la época en la que vivimos y las consecuencias de la supremacía de los modeloseconómicos en la vida cotidiana, nos hacen volver a mirar desde dónde y cómo partimos. En su afán de vivir en la modernidad, en la loca carrera por amar y trabajar que caracteriza lo que Freud llamó las tareas de la adultez, los términos económicos no sólo han predominado en el intercambio monetario y productivo, sino que también se han extendido a los del intercambio social (en la interacción): relaciones funcionales donde se busca maximizar la utilidad y minimizar el riesgo, relaciones que buscan el máximo retorno sobre la inversión y relaciones inestables guiadas por las lógicas del mercado, entre otros. En todas estas relaciones, se ha perdido la conexión con la fuente primordial de nuestro amor y trabajo. En muchas ocasiones no sabemos para qué trabajamos ni por qué amamos. Esto puede permitir entender por qué seha instalado la experiencia del sin sentido en nuestra existencia.
Cuando nos perdemos y el sentido se diluye, la conexión con uno mismo constituye la fuente primaria de la cual nos podemos alimentar. Se trata de hacer algo de silencio respecto del mundo y enfrentado a nosotros mismos, tomando conciencia de nuestro estar presente, permitirque el cuerpo hable. Al inicio, una sensación sentida, vaga, difusa, a la vez que intensa y, la mayoría de las veces, pulsante, que nos hace volver la vista y escuchar con nitidez eso que surge desde lo que cada uno es. Una vez contactada dicha sensación nos podemos permitir dialogar con ella. La escuchamos y la contemplamos como si fuese una parte de uno, no integrada a lo que uno Es. Y curiosamente una vez que le damos cabida, que la acogemos y que la exploramos (aún cuando no la comprendamos plenamente), ella se integra a lo que somos. La sensación que está sentida nos energiza, nos conecta y nos vincula con nosotros mismos y re‐nacemos, re‐descubrimos y re‐animamos el sentido del ser primero. Sin embargo, esto no basta. No logramos superarnos ni trascender si nos quedamos ahí, solo, en un acto de ensimismamiento vital. Sólo losvínculos, sólo el otro nos transforma en persona. El sentido tiene concreción, si nos permitimos conectarnos con otros. Aunque comienza en cada uno, el desafío del sentido existencial no termina en el individuo. Conectado a la fuente de nuestra energía y nuestra vitalidad, sólo la emergencia del tú en nuestro campo fenoménico le da presencia y forma al yo, le da completitud y le otorga dirección al sentido personal, extendiéndose a un sentido colectivo. Presencia, porque al relacionarnos con otros nos hacemos conscientes de nosotros mismos. El otro nos refleja el alma, es decir nos refleja y nos muestra aquél quién somos, porque el otro, al tener sus límites, nos muestra los nuestros y porque el otro nos reconoce como un legítimo tú. Completitud, por cuanto sólo junto a otro el proyecto de ser se hace evidente, porque el otro nos complementa y nos permite saber cómo somos, porque sólo el otro nos permite participar del acto co‐creador de la vida, generar mundos posibles y trascender la individualidad. ...
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