el sexto




Nos trasladaron de noche. Pasamos directamente por una puerta, del pabellón de celda de la intendencia, al patio del sexto.
Desde lejos pudimos ver, a la luz de los focos eléctricos de la ciudad, la mole de la prisión cuyo fondo apenas iluminado mostraba puentes y muros negros. El patio era inmenso y no tenía luz. A medida que nos aproximamos, el edificio del sexto crecía. Íbamos ensilencio. Ya a uno veinte pasos empezamos a sentir su fetidez.
Cargamos nuestras cosas. Yo llevaba un delgado colchón; era de los más afortunados; otros solo tenían frazadas y periódicos. Marchábamos en fila. Abrieron la reja con gran cuidado, pero la hicieron chirriar siempre, y cayó después un fuerte golpe sobre el acero. El ruido repercutió en el fondo del penal. Inmediatamente se oyó una voz graveque entono las primeras notas de la “marsellesa aprista”, y luego otra latísima que empezó la “internacional”. Unos segundos después se levantó un coro de hombres que cantaban, compitiendo, ambos himnos. Ya podíamos ves las bocas de las celdas y la figura de los puentes. El sexto, con un tratico cuerpo estremeciéndose, cantaba, parecía moverse. Nadie en nuestras filas canto; solo escuchamos. Elhombre que estaba delante de mí, lloraba. Me apretó la mono; vi su rostro embellecido, sin rastros de su dureza habitual. Era un preso aprista que me había odiado sin conocerme y sin haberme hablado nunca. Lo examine detenidamente, extrañado, casi aturdido. Creí que al oír la “Marsella”, entonada por eso pestilentes muros, me rechazaría aún más. Sabía que era un hombre del cisco, de la misma lenguaque yo.se despidió de mí, y yo quedé sorprendido. Recomenzamos el canto. Me acorde de los gallos de pelea de un famoso galpón limeño. Cantaban toda la noche sin confundirse jamás. Los presos del sexto también, en sus distintas celdas, seguían las notas sin retrasarse o adelantarse.
Me toco de compañero de celda, aquella noche, Alejandro Camac, un carpintero de las minas de Morococha y cerro, excampesino se Sapallanga.
Prendió una vela en cuanto me echaron a su celda. Tenía un ojo empequeñecido por la irritación de los parpados. Daba la impresión de ser tuerto. Su ojo izquierdo, que nadaba en lágrimas, parecía inerte.
Me pregunto quién era, y le respondí mi nombre luego con la vela comenzó a quemar los chinches que había en la cama, luego calentó el muro para pegar la vela, entoncesvi que era alto y flaco, de cabellos erizados y grueso, su cuello delgadísimo causaba preocupación, parecía de una paloma.
Le pregunte por que no cantábamos los que veníamos, me dijo por lo del perfecto; hace un año mando sacar a los presos que habían llegado al sexto y los escogió en lista y el mato, era más flaco que camac.
Me pregunte por muchos presos que vinieron conmigo de laintendencia. Y él me dijo que ahora aquí nadie sabe cuándo saldrá, y luego de durmió.
Al amanecer del día siguiente escuche una armoniosa voz de mujer, cantaba muy cerca de nuestra celda. Camac me dijo que era Rosita, es una marica ladrón que vive sola en una celda, frente de nosotros, los asesinos que hay aquí la respetan. Ha cortado fuerte a muchos. A uno casi lo destripa. Acepta en su cama a los que ellaescoge., nunca se mete con asesinos.
” Puñalada” la ha enamorado, ha padecido, es un negro grandote con ojos de asno. Parece no siente ni rabia ni remordimiento, ni dolor del cuerpo, es un amo ahí abajo. Aun sufre por Rosita que no le corresponde y por ello se desquita con los presos.
Si ROSITA hubiera nacido en la cierra su madre la hubiera matado porque es maldición halla, el lima sepavonean. Lo que tiene de hombre seguro le estorbara, y aquí canta bonito, es grande entre los ladrones por eso está aquí y no le sueltan, me dijo.
Comenzaron a abrir la celdas, caía lluvia, me recode de cómo era afuera, mientras Camac intentaba comprender mis pensamientos, se oyó un grito en el sexto, era “puñalada” llamaba a Osbordo.
Luego de muchas semanas me acostumbre a su gritos, “puñalada”...