El Shock Del Futuro
Había una vez un pobre hombre que, debido a la perfección de su trabajo, llegó a ser barbero del sultán de Fez y se convirtió de esta forma en el favorito de su señor, quien le tenía cariño y confiaba en él.
Todos los días, cuando se desplazaba al centro de la ciudad, el sultán pasaba por delante de la misma tienda, y se asombraba siempre al ver que estaba vacía; allí nohabía artículos de ninguna clase y, sin embargo, el tendero estaba sentado sobre el mostrador con las piernas cruzadas como si estuviese esperando a sus clientes.
Así que, un día, el sultán llamó a uno de soldados y le preguntó que podría estar vendiendo aquel tendero tan raro. Pero el soldado no lo sabía, de modo que el sultán la mandó a investigar.
El soldado se fue hasta el tendero, yse dirigió a él en términos imperiosos.
- Nuestro señor quiere saber qué es lo que vendes en tu tienda. Dime la verdad, que ya me encargaré yo de transmitírsela. Aunque yo creo que no vendes nada y que no eres un verdadero tendero, sino uno de esos que sale por las noches a robar, a cortarle el cuello a la gente, y a cometer toda clase de maldades.
- Dile a nuestro señor – respondió eltendero, sin alterarse lo más mínimo – que yo vendo palabras -.
Con que el soldado se fue de vuelta y contó a su Majestad lo que le había dicho el tendero.
- Pregúntale el precio de sus palabras -, dijo el sultán.
Y el soldado volvió a ver al tendero.
- La vendo – contestó - a cien monedas de oro el lote.
Cuando el soldado se lo comunicó al sultán, éste pidió su bolsa, contó hasta cienmonedas de oro y le dijo al soldado que comprase un lote. Después, el soldado entregó el dinero al tendero, quien lo contó cuidadosamente, lo metió en su cartera, y luego dijo:
- Dile esto a nuestro señor: “Nunca actúes precipitadamente, piensa primero”.
Así pues, el soldado regresó ante su majestad y le entregó el lote de palabras que había comprado. El sultán estaba tan encantado con laadquisición, que las mandó inscribir por todo su palacio.
Fueron escritas con mosaico en el suelo y en las paredes, labradas en los techos, tejidas en las cortinas, pintadas en los platos, e incluso bordadas en las toallas.
Pero el sultán tenía un visir que estaba celoso del rango de favorito del barbero.
- Aun tratándose de un barbero --, se decía a sí mismo, --el sultán le demuestra más aprecioque a mí. ¿Qué impide que un buen día me mande a paseo, y ponga al barbero en mi lugar? -.
Semejante cosa no le hacía ninguna gracia al visir, puesto que se consideraba un estadista sabio y prudente, más amado y temido incluso por el pueblo de Fez que su propio señor; por lo que tenía esperanzas de que, a la muerte de este último, que no tenía hijos, le nombrasen a él mismo sultán.
Demanera que un día, cuando el barbero abandonaba el palacio lo llamó. – A menudo te he visto yendo y viniendo para afeitar a su Majestad— le dijo, --pero nunca he tenido ocasión de ver la navaja y las tijeras que utilizas. Supongo que no usarás con su Majestad las mismas que con el resto de la gente--.
--No, claro que no – contestó el barbero. – Me reservo una navaja y unas tijeras especiales parael sultán: las mejores que tengo--.
Y puso en el suelo su estuche, y lo abrió para enseñárselas al visir. Éste cogió la navaja y la miró con un ceñudo semblante.
--¿No te da vergüenza—dijo -- utilizar una navaja tan corriente para la cabeza de su Majestad?—
--¡Ay de mí! –Exclamó el barbero --.
Soy un hombre pobre. Pero es una buena navaja, la mejor que tengo...
Entonces el visirle puso las manos sobre los hombros en actitud amistosa.
--Ven, amigo mío—le dijo, -- ésta no sirve; pero yo mismo te proporcionaré una navaja con mango de oro y piedras incrustadas, que será más digna de afeitar la cabeza de su Majestad.
El barbero desbordaba gratitud, y aún desbordó más cuando, a los pocos días llegó el obsequio del visir. Y a la siguiente vez que fue a afeitar al sultán...
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