El siglo de las luces

Páginas: 473 (118053 palabras) Publicado: 15 de junio de 2011
ALEJO CARPENTIER

El escritor cubano Alejo Carpentier nació en La Habana en 1904. Inició estudios de arquitectura en esta misma ciudad. Participó en el Grupo Minorista a partir de 1923. Un año después fue nombrado jefe de redacción de la revista «Carteles». Fue uno de los fundadores de la «Revista de Avance» en 1928, año en que se le encarceló bajo la acusación de comunista. Poco después marchoa París, donde hizo amistad con artistas e intelectuales franceses. Viajó a Madrid en 1933 y allí publicó su primera novela Ecue-Yamba-O. Regresó a Cuba en 1939. Realizó viajes por Haití y Venezuela, y en 1960 fue nombrado subdirector de Cultura de su país. Desde entonces el Gobierno revolucionario le confió importantes cargos culturales. Entre sus obras más destacadas figuran: El reino de estemundo (1944), Los pasos perdidos (1949), Guerra del tiempo (1958), Tientos y diferencias (1964) y La consagración de la primavera (1979), El siglo de las luces, su mejor novela, narra el intento de Víctor Hugues de implantar las ideas de la Revolución Francesa en el Caribe, en un impresionante retablo mezcla de historia y ficción.

alejo
carpentier
El siglo de las luces


CLUB
BRUGUERA1ª edición en Club: marzo, 1980
La presente edición es propiedad de Editorial Bruguera, S.A.
Mora la Nueva, 2. Barcelona (España)

© Alejo Carpentier-1962, 1979
Diseño cubierta: Nesle Soulé

Printed in Spain
ISBN: 84-02-06707-7
Deposito legal: B. 34.085-1979

Impreso en los Talleres Gráficos de Editorial Bruguera, S.A.
Carretera Nacional 152, km 21,650. Parets del Vallès(Barcelona)

Para Lilia,
mi esposa.

Las palabras no caen en el vacío. zoharEsta noche he visto alzarse la Máquina nuevamente. Era, en la proa, como una puerta abierta sobre el vasto cielo que ya nos traía olores de tierra por sobre un Océano tan sosegado, tan dueño de su ritmo, que la nave, levemente llevada, parecía adormecerse en su rumbo, suspendida entre un ayer y un mañana que se trasladaran connosotros. Tiempo detenido entre la Estrella Polar, la Osa Mayor y la Cruz del Sur —ignoro, pues no es mi oficio saberlo, si tales eran las constelaciones, tan numerosas que sus vértices, sus luces de posición sideral, se confundían, se trastocaban, barajando sus alegorías, en la claridad de un plenilunio, empalidecido por la blancura del Camino de Santiago... Pero la Puerta-sin-batiente estabaerguida en la proa, reducida al dintel y las jambas con aquel cartabón, aquel medio frontón invertido, aquel triángula negro, con bisel acerado y iría, colgando de sus montantes. Ahí estaba la armazón, desnuda y escueta, nuevamente plantada sobre el sueño de los hombres, como una presencia —una advertencia— que nos concernía a todos por igual. La habíamos dejado a popa, muy lejos, en sus cierzos deabril, y ahora nos resurgía sobre la misma proa, delante, como guiadora —semejante, por la necesaria exactitud de sus paralelas, su implacable geometría, a un gigantesco instrumento de marear. Ya no la acompañaban pendones, tambores ni turbas; no conocía la emoción, ni la cólera, ni el llanto, ni la ebriedad de quienes, allá, la rodeaban de un coro de tragedia antigua, con el crujido de lascarretas de rodar-hacia-lo-mismo, y el acoplado redoble de las cajas. Aquí, la Puerta estaba sola, frente a la noche, más arriba del mascarón tutelar, relumbrada por su filo diagonal, con el bastidor de madera que se hacía el marco de un panorama de astros. Las olas acudían, se abrían, para rozar nuestra eslora; se cerraban, tras de nosotros, con tan continuado y acompasado rumor que su permanencia sehacía semejante al silencio que el hombre tiene por silencio cuando no escucha voces parecidas a las suyas. Silencio viviente, palpitante y medido, que no era, por lo pronto, el de lo cercenado y yerto. Cuando cayo el filo diagonal con brusquedad de silbido y el dintel se pintó cabalmente, como verdadero remate de puerta en lo alto de sus jambas, el Investido de Poderes, cuya mano había accionado...
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