EL SILENCIO (UN EJERCICIO SOBRE LA DIMENSION POSITIVA DEL FRACASO ANTE ESTE RUIDO)
LA DIMENSION POSITIVA DEL FRACASO
ANTE ESTE RUIDO)
JOSÉ ÜRDÓÑEZ GARCÍA
En el recuerdo de Don Patricio Peñalver,
que nos dejó la pregunta
1
Reconocer los límites no obedece sólo a un ejercicio de humildad, de fe o de
impotencia, como se ha venido enseñando desde los más diversos ámbitos. Es, antes
que nada, el resultado de una experiencia objetiva, íntima yabierta: aquélla que nos
descubre al otro y a lo otro en su carácter absoluto. La Ilustración nos trajo la transgresión del límite, el capital inagotable de la naturaleza -tan amplio como el deseo de poder, ese infinito deseo fundado en el olvido de la muerte- y el desarrollo
de una razón tan pragmática como insuficiente y altiva. Parecía, así, que el hombre era el rey arquitecto y no este albañilchapucero al que siempre le falta arena
en el mortero. El límite nos da sitio, encuadre, territorio en el que poder vivir, conciencia de la necesidad verdadera y tiempo para contemplar lo que nos asombra.
Es el reconocimiento de una perfección y no la pesadilla de un «entre», al modo
de HOlderlin o Emst Jünger, que vive el fracaso como resentimiento. Ese límite es
silencio, vuelta a nosotros y a unanueva relación con el mundo que debería ser
capaz de superar el ruido de este racionalismo nihilista.
Muchos de nosotros hemos escuchado aquella hermosa canción de Simon y
Garfunkel, titulada Los sonidos del silencio. También hemos oído hablar de una
música de las esferas, para comprobar más tarde que posiblemente se refería a ese
pitido que nos ronda la cabeza cuando, al descanso de la jornada,reposamos ensimismados. En ambos casos el silencio es una simple metáfora. El silencio no existe
como tal. Afirmaba Heidegger que nunca podemos escuchar un puro ruido, que
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José Ordóñez García
siempre oímos algo (incluso lo indeterminado, lo confuso). Decimos que todo está
en silencio, y es lo habitual, cuando sencillamente no percibimos ruido humane
alguno. Se nos dirá que en la montaña elsilencio no sólo se refiere a lo humano.
sino también a la naturaleza. Si no escuchamos al pájaro o a la cigarra o al viente
entre las hoja y las piedras, decimos que hay un silencio absoluto. Y aún así, e:
pensamiento que atiende a ese silencio no permanece callado. No escucha nada
pues escuchar nada es no oír tan siquiera. Cuando el hombre afirma que todo estí
en silencio reconoce que se escucha así mismo. Si el silencio significa que «nl
escuchamos nada» (dicho así, en castellano), entonces el «no oír», no existe: siem
pre remite a algo que niega a otra cosa.
II
Lo común es que el silencio aluda simplemente a un «no hablar». Nadie ca
en la cuenta de que cuando no habla, cuando está callado, se «encuentra» mirandr
o pensando. Pero esto, que aparentemente es tan obvio, se complica en elmomen
to en que el silencio es abordado por la filosofía o la poesía, y no digamos por 1
espiritualidad contemplativa. Entonces el silencio deja de ser lo que es (lo qu
«aparentemente» era) para convertirse en símbolo de múltiples significaciones. Lle
ga a ser un asunto hermenéutico desde distintos horizontes. José Ángel Valent1
HOlderlin o Heidegger -por no mencionar la complicación extrema deJacque
Derrida- han hecho de él un tema recursivo de profunda dimensión significativ:
pero también de exageradas disquisiciones (esperemos que la nuestra no llegue
ese punto). Que tal cosa dé tanto que hablar sugiere al menos dos cuestiones: o bie
no se está hablando del silencio, o bien, y ya que él no habla (que «ello» no h:
bla), se puede decir de todo, y entonces el que se expresa es el hombrefrente a
nada ... se queda solo hablando.
Dice el poeta: «El hombre fundamenta su ser por la palabra y dice oscuro
cae una sombra alrededor de la voz y empoza el sonido como un laúd olvidada>.
Estos versos, tan bellos como inquietantes, podrían haber sido suscritos p1
Heidegger. No es la existencia, ni el amor, ni el mundo el fundamento de nuest
ser, sino la palabra (también Hé:ilderlin y Stefan...
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