EL SOLITARIO
Kassim era un hombre enfermizo, joyero de profesión, bien que no tuviera tienda establecida. Trabajaba para las grandes casas, siendo su especialidad el montaje de las piedrasPreciosas. Pocas manos como las suyas para los engarces delicados. Con más arranque y habilidad comercial, hubiera sido rico. Pero a los treinta y cinco años proseguía en su pieza, aderezada en taller bajola ventana.
Kassim, de cuerpo mezquino, rostro exangüe sombreado por rala barba negra, tenía una mujer hermosa y fuertemente apasionada. La joven, de origen callejero, había aspirado con su hermosuraa un más alto enlace. Esperó hasta los veinte años, provocando a los hombres y a sus vecinas con su cuerpo. Temerosa al fin, aceptó nerviosamente a Kassim.
Cuanto ganaba Kassim, no obstante, era paraella. Los domingos trabajaba también a fin de poderle ofrecer un suplemento. Cuando María deseaba una joya--¡y con cuánta pasión deseaba ella!. Cuando él concluia de hacer un joya, tenía que llevarlaa su teatro para exponerla; pero su mujer caia hondamente en decepcion ya que ella le encantaban las brillantes creaciones de su marido.
La mujer de Kassim franqueó ese límite con una pasión igualpor lo menos a la que sentía por los brillantes. Una tarde, al guardar sus joyas, Kassim notó la falta de un prendedor--cinco mil pesos en dos solitarios.--Buscó en sus cajones de nuevo. Lo teníaMaria, burlona lo tomo y no lo queria devolver, discusion tras otras más eras las de ellos por los brillantes, Maria siempre quería quedarse con ellos pero Kassim no podía satisfacer a su esposa con talnecesidad.
Al llegar el brillante más precioso, su mujer se la quita aludiendo que la quiere para sí. Luego de muchos problemas y discusiones, Kassim la recupera pero ella insistia en que se la diera,la joya era para ella. A las dos de la mañana Kassim pudo dar por terminada su tarea; el brillante resplandecía, firme y varonil en su engarce. Con paso silencioso fué al dormitorio y encendió la...
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