El sufrimiento de los toros
Sería yo, pues,un antitaurino que se cree, iluso o no, distinto, porque no participa de muchos de los argumentos antitaurinos y admite bastantes de los taurinos. Sin embargo, y como diría el castizo, tampoco es quehaya que cogérsela con papel de fumar. Mis argumentos antiaurinos pesan más: el animal indudablemente sufre y sufre más que las reses que se sacrifican industrialmente para carne, pero el toro de lidiase da una vidorra que sólo algunos parientes de la ganadería extensiva comparten, en el paisaje que para mí es el totémico y canónico de España: las dehesas de encinas, y son precisamente lostaurófilos los que nos advierten de que esos territorios magníficos pueden perderse si desaparece la fiesta, aunque no todas las dehesas, ni siquiera la mayoría se dedican al ganado bravo. Y desaparecería lamisma raza de ese magnífico animal, ya que no tendría virtudes comerciales por encima de otras razas por ello más habituales.
Yo tengo algo contra la fiesta que alude a su concreta condición deespectáculo. No se trata de que sea sangriento y cruel, que lo es. Las peleas de gladiadores en la Roma Imperial también debían ser horrendas, pero, no seamos hipócritas sino tan sólo cínicos, tambiénfascinantes. No, la condición del espectáculo taurino que detesto es que se trata de un asunto que o me aburre profundamente (no como esos aficionados que son capaces de aguantar el tedio de toda unabochornosa tarde para ver un solo pase aceptable de muleta) o me sobresalta: porque el toro no acaba de morir o porque el matador es cogido por el toro o porque el caballo del picador cae. Tediosa...
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