El Tambor De Hojalata Word

Páginas: 9 (2038 palabras) Publicado: 7 de diciembre de 2015
El tambor de hojalata
Libro primero
La ancha falda

Lo reconozco: estoy internado en un establecimiento psiquiátrico y mi enfermero me observa, casi no me quita el ojo de encima; porque en la puerta hay una mirilla, y el ojo de mi enfermero es de ese color castaño que a mí, que soy de ojos azules, no es capaz de calarme. De modo que mi enfermero no puede ser enemigo mío. Le he tomado afecto y,en cuanto entra en mi cuarto, le cuento a ese mirón sucesos de mi vida, para que, a pesar de ese estorbo de la mirilla, me vaya conociendo. El muy buenazo parece apreciar mis relatos, porque, en cuanto le meto alguna trola, me muestra, para demostrarme su agradecimiento, su última figura hecha de nudos. Si es o no un artista podría discutirse. Sin embargo, una exposición de sus creaciones seríabien acogida por la prensa e incluso atraería compradores. Anuda cordeles corrientes, que recoge y desenreda en las habitaciones de sus pacientes después de la hora de visita, convirtiéndolos en complicados fantasmas cartilaginosos que sumerge después en yeso, deja que se endurezcan y pincha luego en agujas de hacer punto, sujetándolas a pequeñas peanas de madera.

Con frecuencia juega con la idea dedar color a sus obras. Yo se lo desaconsejo, le señalo mi cama de metal esmaltada de blanco y lo invito a imaginarse esa cama perfectísima pintada de colores. Espantado, se da una palmada con sus manos de enfermero en la cabeza, trata de expresar, con aire un tanto rígido, todos los horrores a un tiempo y abandona sus proyectos polícromos.

Así pues, mi cama metálica esmaltada de blanco marca lapauta. Para mí significa más incluso: mi cama es el objetivo finalmente alcanzado, es mi consuelo y podría convertirse en mi fe si la dirección del establecimiento me permitiera hacer algunos cambios: quisiera que la barandilla fuera más alta, para que nadie volviera a acercárseme demasiado.

Una vez por semana, el día de visita interrumpe la tranquilidad que se va trenzando entre los blancosbarrotes de metal. Entonces llegan los que me quieren salvar, a los que divierte quererme, los que en mí quisieran estimarse, respetarse y reconocerse a sí mismos. Qué ciegos, nerviosos, qué maleducados son. Con sus tijeras de uñas arañan mi barandilla esmaltada de blanco, con sus bolígrafos y lápices azules garrapatean en el esmalte monigotes alargados e indecentes. Mi abogado, en cuanto irrumpecon su ¡hola! en el cuarto, deja su sombrero de nailon sobre el poste izquierdo del pie de la cama. Mediante ese acto de violencia, me roba el equilibrio y la serenidad mientras dura su visita... y los abogados tienen muchas cosas que contar.

Después de haber depositado mis visitantes sus regalos sobre la mesita blanca, cubierta de hule, debajo de la acuarela de las anémonas, y una vez que hanconseguido exponerme sus intentos de salvación previstos o en curso, y persuadirme a mí, a quien incansablemente quieren salvar, del alto nivel de su amor al prójimo, vuelven a complacerse en su propia existencia y me abandonan. Entonces entra mi enfermero, para ventilar el cuarto y recoger los cordeles de los paquetes de regalo. A menudo, después de ventilar, tiene tiempo aún para, sentado en mi camay desenredando cordeles, difundir silencio hasta que acabo por llamar Bruno al silencio y al silencio Bruno.

Bruno Münsterberg —me refiero a mi enfermero, renuncio al juego de palabras— ha comprado por mi cuenta quinientas hojas de papel de escribir. Si la provisión no bastara, Bruno, que es soltero y sin hijos y procede del Sauerland, volvería a la pequeña papelería, que también vende juguetes,para proporcionarme el espacio no pautado que necesita mi capacidad de recordar, la cual espero que sea exacta. Nunca hubiera podido pedir ese favor a mis visitantes, por ejemplo al abogado o a Klepp. Sin duda, su afecto obligado y solícito hacia mí habría impedido a esos amigos traerme algo tan peligroso como papel blanco y ponerlo a la libre disposición de esta mente mía que segrega sílabas...
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