El Tren

EL VIAJE

Apenas me he dado cuenta de lo que pasa. Acabo de coger el sueño y aún no he vuelto de él pese al ruido que a hecho el hierro de las ruedas delanteras al bajar a su sitio y chocar con los raíles. El sonido del hierro contra el hierro, según don Cleo, se oyó aquí durante mucho tiempo, tan fuerte como si el martillo de Thor, que era un dios muy fuerte, golpeara un yunque titánico, yen ese tiempo hubo suficientes tornillos y raíles para que a la línea del tren no se le conociese el final. Alguien, asomado a la ventanilla, lo ha dicho detrás de mí:
––Tranquilo güaje, que se ha hecho con ella.
—¿Con qué se ha hecho? ––le pregunto sin volver la cabeza.
—Con la maquina. Gorito se ha hecho con ella, cuando se le ha cruzado el duende.
Y cómo no comprendo aún, medice que la locomotora ha respondido a la orden del maquinista levantando en caballete las ruedas primeras del carretón de arrastre como si el volante fuese unas riendas. Es una suerte, pienso de repente, que sea Gorito quien maneja la locomotora de vapor con los cinco vagones. Los vagones parecen una fila de elefantes viejos como la de las fichas de la escuela.
He vuelto a poner la cabeza enel asiento para pensar en que mi padre no me enseño nada sobre las locomotoras de vapor antes de marcharse, de lo que eran capaces de hacer cuando quien las conduce tiene las manos de Gorito. A esta le llamamos La Picuda porque tiene delante un triangulo de rejillas de hierro en punta, como un pico ancho y afilado, para cortar el viento y apartar la nieve que invierno tapa las vías.
El trense mueve hacia los lados y parece que me va a sacar del vagón y me acuerdo de una mañana fría y el calor de un fogón viejo calentando el agua para su desayuno. Olía luego a café más que a cualquier otra cosa, porque los demás olores tienen menos memoria que el café de mi padre. Mientras tanto a él le volvían a aparecer las partes de la cara que estaban escondidas tras el jabón al pasar la navaja yera como un juego de magia.
En el tren dicen que la bestia que se cruzo antes de llegar al molino viejo se ha quedado junto a los bujes. La mujer gorda adivina lo que estoy pensando y mueve hacia arriba y abajo su borja de grasa blanca para poder hablar.
—La rueda le ha alcanzado en la raspa y se ha quedado muy quieto esperando que las ramas duras y las hojas como renacuajos verdes letapen y pueda soldar los huesos para volver al cubil. Eso si el sol no le ahueca la piel y le seca la lengua.
Ahora suben otros viajeros con gritos de encargos, entre las prisas de Tito Becerra, el revisor, y cuando el tren arranca de nuevo me lleva otra vez a los recuerdos, no dejándome escuchar el sonido de puerta oxidada que hace el tren y de la madera que suena como en los techos de lascasas que se van a hundir, cada vez que la maquina cambia de vías. Pasamos por los túneles y entra la carbonilla por las ventanas que ya no cierran, manchando las ropas y las caras de todos.

Yo, otras mañanas, en casa de los abuelos, robaba hulla en los cocherones, colocaba la carga en la estufa y ponía el mismo cazo con el agua con el que se cocía la lombarda, pero no sé si era el agua queno hacía buen vapor o que faltaba carbón, pero la estufa nunca se movía de su sitio, solo hacía un ruido como cuando se aprende a silbar y que obligaba a venir a los cuervos. Tampoco creo que fuesen las ruedas aunque lo dijese Jesús Bueno, mi vecino, que hablaba muy en serio de cosas que los demás se tomaban a broma. Vi entonces que yo nunca podría ser como Gorito, mi amigo el maquinista, porqueyo no tenía sus manos y ya sabía que nunca iba a ser capaz de empatillar una locomotora de vapor si se cruzaba un trasgo con su casaca roja y el rabo corto, porque aunque la mujer no lo nombró, yo sé bien qué era, ni siquiera podré levantar una de las ruedas si se cruza la comadreja.
Prefiero el vagón delantero porque la velocidad con la que nos desplazamos es muy poca y nunca vamos a...