el triangulo del silencio
Diego Ruiz
© 2012, Diego Ruiz
Cercamon ediciones
A Claudia.
A Miryam.
A mis padres.
A mis hermanos.
Capítulo 0.
Anochece. El verano acaba y tormentas esporádicas comienzan a refrescar el
ambiente. Desde mi ventana veo como las luces surgen en el cielo e iluminan las
montañas de Tramuntana. Ahora es como si pudiera adelantarme a estos fenómenos:siento que la tormenta llega a la ciudad a la vez que lo sienten las aves; veo señales
y vivo en un estado premonitorio constante. La vida se ha convertido en un lienzo
lleno de símbolos cuya lectura es para mí natural. Esta hipersensibilidad a los
elementos que me rodean, a los vaivenes meteorológicos, son una consecuencia
directa de lo que llamo mi nuevo estado. Un estado de recepciónabsoluta, y que
nada tiene que ver con la vida prosaica en la ciudad. La misma que atrofia nuestros
sentidos y convierte los sinuosos caminos del pensamiento en cuadriculas de un
urbanista para facilitar el tránsito.
Me lavo la cara en el baño y veo como mis ojos brillan con un fulgor asombroso. Con
el paso de los días desde que comenzó la exposición, se han ido oscureciendo cada
día más hastallegar a un color negro y limpio, como dos obsidianas que reflejan
como un espejo cualquier brillo que los ilumine. Me dan miedo, y a la vez siento que
finalmente sigo mi destino, por nefasto que éste sea. Me siento como el mar al que
temí toda mi vida hasta hoy. Poco a poco me diluyo en mí misma, en una
individualidad inabarcable y colectiva.
Esta mañana he tirado dos cartas en el buzón. Una vadirigida a los miembros del
Club, otra a la policía. Sin embargo, dudo que surja ningún efecto. Mientras
deslizaba las misivas fue inevitable pensar en aquellos “pobres desgraciados”, así los
llamó el Señor Eugeni Caus. Los mismos que antes de quitarse la vida escribieron
“Pertenecemos al infinito”. Qué paradoja que finalmente esto sea así, y que de
alguna forma ellos tuvieran razón,consciente o inconscientemente. Una parte de mí
todavía espera que alguien de los cuerpos de seguridad investigue estos sucesos con
seriedad y empeño. Que retomen con fuerza el expediente, dispuestos a analizar los
sucesos desde una óptica más abierta. Mi propio escepticismo evitó que viera la
amenaza que se cernía sobre mí hasta que ya fue demasiado tarde. Debí haber hecho
caso a Kristina, aquella aquien juzgaba loca. Deben retomar la investigación; al fin y
al cabo ya hay fallecidos de por medio. Sin embargo, lo que hay en juego va más allá
de una simple investigación policial.
Ha sido un día extraño. Lo he dedicado a despedirme de mí misma. Mañana dejaré de
ser yo, o como prefiero decir, seré yo al fin. Por ello, antes de que eso ocurra quiero
recordarme como mi abuelo ya hizo con suálbum de fotos. Esta noche, me dispongo
a escribir mi historia.
Capítulo 1 . Andreu
El celador salió de la habitación con el mismo sigilo con el que había entrado. El
chasquido de la puerta me despertó, la pesadilla se repetía de nuevo. Yo era sólo una
niña, un hombre alto se dirigía hacia mí en el parque mientras jugaba en los
columpios, me cogía de la mano y me llevaba con él. Intentabapedir ayuda pero no
podía gritar. Gesticulaba pero nadie veía mis gestos. Alrededor todo era oscuridad,
humedad y olor a salitre. Me pareció tan real, que desperté agitando las manos en el
aire. Intenté de nuevo discernir en mis recuerdos si eso ocurrió realmente o no. Me
llevé la mano a la nuca, y me retiré el pelo. Mientras lo hacía, mis dedos rozaron la
pequeña cicatriz que albergaba micuero cabelludo, unos cinco centímetros por
encima de la nuca. Tenía una forma extraña, una forma que sabía de memoria a
fuerza de palparla. Algo parecido al número ocho colocado de forma horizontal,
como el símbolo de infinito. Mis dedos se distrajeron unos segundos en la
protuberancia, recorriéndola inconscientemente como si comprobaran que seguía allí
y que su forma no había variado....
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