El valdemaro

Páginas: 104 (25917 palabras) Publicado: 28 de abril de 2011
Libro I
Con torcidos pasos corría Valdemaro hacia la cumbre de un empinado risco para precipitarse, cuando le sorprendieron unas voces que decían: «No, no te precipites; tente, aguarda». Volvió luego la vista y vio a un venerable anciano que, con más ligereza de la que prometían sus años, subía por una ladera del mismo monte. Era su cabeza calva y los pocos cabellos que le quedaban podíancompetir con la nieve en blancura no menos que su barba, que le llegaba hasta el pecho. Su frente serena y espaciosa, sus ojos rasgados y vivaces y todo su venerable aspecto manifestaban el fondo de prudencia y sabiduría que atesoraba su alma. Apenas llegó a la cumbre del monte donde estaba Valdemaro, todavía no bien desembarazado de su sorpresa, le dijo, después de haber reconocido su semblante: «Hijomío, ¿qué insensato furor os conduce al precipicio? Cuando con generosa magnanimidad debíais triunfar de las desgracias que os persiguen, ¿os dejáis abatir de ellas hasta llegar al infeliz extremo de procurar vuestra propia muerte? Ésta es la más infame cobardía que puede caber en el corazón del hombre. El hombre debe esperarlo todo mientras viva, y aunque se vea por todas partes combatido demiserias jamás ha de abandonarse. ¿Resistirá rebelde a los designios ocultos de aquel Dios que le dio el ser? ¿No sabe que todo depende de su providencia? ¿Por qué, pues, no se deja gobernar por ella y se somete dócil a sus disposiciones? Abrid, abrid, hijo mío, vuestros ojos, y dad lugar a que la luz de la verdad entre a desvanecer las sombras que os ofuscan el entendimiento». A todas estas razonesestuvo Valdemaro sin pestañear, fija siempre la vista en un mismo sitio. Su rostro lánguido y extenuado iba sucesivamente variando de color: ya pálido, ya encendido; en sus ojos se retrataba el furor y en su frente estaba de asiento la desesperación cuando, arrojando un profundo y dilatado suspiro, dijo: «Conozco muy bien las verdades que acabáis de insinuarme; pero el tropel de infortunios que mepersigue ha podido ofuscarlas de tal suerte que he llegado a verme en los términos de desesperación en que me halláis. Si supierais... ¡Oh ambición ... ! ¡Oh reino... ! ¡Oh Cristerno cruel... ! ». No sale con tanta violencia la sangre de una vena oprimida cuando la rompe la aguzada punta como salieron en este instante las lágrimas de los ojos de Valdemaro. Un nuevo aire de turbación y de ferocidadse dejó ver de improviso en todas sus acciones, y consecutivamente se fue esparciendo por su rostro una palidez poco menos que mortal. Bien presto conoció el anciano la causa de tan funestos accidentes; pero disimulando que la conocía le dijo, después de haberle consolado algún tanto: «Hacedme el favor de veniros a mi estancia, que no está lejos de nosotros. Allá podréis, hijo mío, darme cuentamás tranquilamente del origen de vuestros males, y yo tendré la complacencia de daros el alivio que alcanzaren mis fuerzas». No pudo Valdemaro responder sino con lágrimas y sollozos, y siguiendo sosegadarnente al anciano bajaron hasta la llanura, cruzaron un profundo valle y llegaron en breve a la estancia, que era una espaciosa gruta formada por la misma naturaleza. Hallábase en el declivio de unavasta montaña cuyos lados, doblándose a proporción, formaban cierta especie

de semicírculo. Su entrada libre y espaciosa estaba adornada de vides y de hiedras que, ya penetrando por las hendeduras de las mismas rocas, ya enlazándose con los árboles vecinos, ofrecían un fresco y hermoso toldo. Enormes peñascos formados naturalmente en forma de pilares sostenían la inmensa bóveda de aquellacueva rústica cuyo interior, hermoseado con varias figuras labradas por la misma naturaleza, presentaba el más bello golpe de vista. Por una suave cuesta guarnecida de árboles y plantas olorosas se bajaba hasta el pie de la montaña, desde donde comenzaba a extenderse una amena pradería poblada de infinita variedad de árboles que le hacían fresca sombra y la enriquecían con sus sabrosos y sazonados...
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