El valor de educar
valor
de
educar:
opinión
de
Fernando
Savater*
El
primer
objetivo
de
la
escuela
es
la
fabricación
de
ese
ser
humano
igualitario,
racional,
capaz
de
participar
de
forma
crítica
en
una
sociedad
democrática,
ciudadano
de
un
mundo
en
el
que
las
fronteras
van
a
significar
cada
vez
menos.
La
escuela
debe
formar
seres
humanos
más
libres.
Pero
la
libertad
es
algo
–y
quizás
sea
esta
su
paradoja–
a
lo
que
se
llega
por
medio
de
la
disciplina.
La
libertad
está ligada
a
una
cierta
disciplina
que
enseña
que
hay
que
responsabilizarse
de
las
opciones
que
se
toman,
a
una
capacidad
de
responder
cuando
uno
ha
realizado
una
determinada
acción,
a
saber
que
las
cosas
tienen
un
precio,
que cuestan,
y
que
entonces
no
todo
da
igual,
sino
que
unas
cosas
piden
unas
consecuencias
y
otras,
otras.
Todo
eso
forma
parte
de
la
libertad.
La
escuela
también
debe
fomentar
la
pasión
por
el
conocimiento,
y
para
ello
puede
aprovechar la
curiosidad
de
los
niños,
que
es
algo
que,
afortunadamente,
forma
parte
de
la
condición
humana.
Todos
los
seres
humanos,
los
niños
más
que
nadie,
estamos
ávidos
de
saber
y
de
enterarnos
de
cosas.
A
veces
se
dice
que
hay que
dejar
al
niño
ser
él
mismo,
pero
el
niño
no
tiene
ningún
interés
en
ello;
lo
que
le
gusta
es
conocer
el
mundo,
hacer
lo
que
no
es
él,
precisamente.
El
problema
del
maestro
no
es
tanto
despertar
la
curiosidad por
lo
que
no
se
sabe,
es
decir,
aumentar
la
información,
sino
suprimir
la
información
falsa,
superflua,
y
profundizar
en
la
que
cuenta.
La
idea
de
que
la
educación
es
todo
memorización
es
un
poco
absurda,
y
ha
llevado
a
una
memorización
excesiva.
Pero
la
memoria
forma
parte
inseparable
de
la
inteligencia;
no
puede
haber
inteligencia
sin
memoria.
Cultivar
la
memoria,
incluso
como
puro
ejercicio,
aunque
los
contenidos
memorísticos
luego
vayan
a
olvidarse,
aprender
a
recordar
y
aprender
también
a
olvidar
para
recordar
otras
cosas,
es
parte
del
desarrollo
de
cualquier
inteligencia.
Así
pues,
una
educación
basada
exclusivamente
en
la
memoria
es
reductiva
y
puede
ser
tiránica.
Pero
una
educación
que
deja
de
lado
absolutamente
la
memoria
o
que
la
descarta,
evidentemente
es
una
educación
que
no
va
a
desarrollar
la
inteligencia.
Las
pedagogías
progresistas,
por
sus
excesos,
han
renunciado
a
una
serie
de
cosas
que
son
realmente...
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