El Verdugo Par Lagerkvist

Páginas: 61 (15037 palabras) Publicado: 25 de mayo de 2015
El Verdugo bebía en uno de los rincones más oscuros de la taberna. La humeante luz de la vela lo proyectaba enorme e impresionante, dentro de su traje de color de sangre, apoyada en la mano la frente marcada con el signo infamante de su oficio. Lejos de él —porque a su lado nadie quería sentarse— obreros y aprendices de los barrios próximos, ya medio borrachos, hablaban a gritos por encima delas botellas. La camarera se deslizaba sobre el piso de piedra, sin hacer ruido, y su mano temblaba al llenarle el vaso. Un muchacho, que había entrado a hurtadillas y se había escondido en la oscuridad, lo devoraba con los ojos.
—¡Es buena la cerveza, eh, Maestro! —exclamó uno de los aprendices—. Ya sabes que la Vieja estuvo en la colina del patíbulo y le cortó un dedo a tu ladrón para colgarlo deun hilo dentro del barril. No quiere que nadie tenga mejor cerveza que ella y hace cualquier cosa por sus clientes. ¡Y nada hay que le dé más gusto a la cerveza que un dedo de patíbulo!
—Raro es lo que pasa con todo eso — dijo un zapatero de boca torcida, mientras, con aire meditabundo, secaba la cerveza de su marchita barba—. ¡Raros poderes tienen!
—¡Ya lo creo! Me acuerdo que una vez, en micomarca, colgaron a un cazador furtivo por cazar en venado, aunque él decía que era inocente. Cuando el maestro dio el puntapié desde la escalera y se cortó el lazo, al cazador se le escapó un viento que cubrió de tufo toda la colina. ¡Las flores se encogieron; hacia Levante se secaron los prados porque soplaba el viento del Oeste, y la cosecha fue mala aquel verano...!
Los parroquianos se doblaban acarcajadas sobre la mesa.
—Sí, mi padre me contó que, en su juventud, hubo un curtidor que había andado con su cuñada, y le pasó exactamente lo mismo cuando le llegó el turno. Eso sucede con facilidad cuando uno tiene que dejar tan rápidamente esta tierra. Y cuando el vientito los obligó a enderezar el espinazo, los que allí estaban vieron una nube que se iba hacia lo alto y que era tan negra queasustaba. En la cola iba sentado el Diablo mismo, manejándola con unas tenazas de hierro, llevándose el alma pecadora, y riéndose a carcajadas por el gusto que le daba el olor.
—¡Déjenme de tonterías! —dijo el Viejo, mirando de reojo al Verdugo—. Hablo en serio del poder que tienen las cosas del patíbulo, porque eso es cierto y seguro. Como sucedió con Kristen, el hijo de Ana, que se cayó al sueloy empezó a babear espuma porque estaba poseído. Yo mismo estaba presente y ayudé a sujetarlo y a abrirle la boca varias veces, porque era terrible el estado en que se hallaba; peor que el de cualquier otro que yo haya visto. Y, sin embargo, se curó cuando su madre le hizo tomar la sangre de Jerker, el herrero, cuando Jerker perdió su vida. Desde entonces no ha vuelto a caerse ni una sola vez.—¡Eeeh...!
—Ustedes lo saben tan bien como yo, que vivo al lado.
—Bueno, nadie lo niega.
—Claro, porque todo el mundo sabe que es así.
—Pero tiene que ser sangre de asesino, y mientras esté todavía caliente, porque si no, no sirve.
—Por supuesto.
—Sí, es cosa rara, pero es así...
—Y cuando un chiquito está enfermo con fiebre intermitente, la mejor manera de curarlo es darle sangre raspada de la espadadel verdugo. Eso lo sé desde que era chico —dijo el Viejo—. En el pueblo era cosa sabida, y la partera la conseguía en casa del verdugo. ¿Acaso no es así, Maestro?
El Verdugo ni lo miró. Ni siquiera se movió. Apenas si, a la vacilante luz de la candela, podía vérsele el rostro enorme oculto en la sombra de su mano.
—Sí. El mal tiene poder curativo, es innegable —dijo el Viejo.
—Lo espantoso es lapredilección de la gente por todo lo que tiene algo que ver con eso. De noche, cuando vuelvo a casa, al pasar frente al collado del patíbulo, se oyen ruidos y pasos que hacen que a uno se le pare el corazón de miedo. De ahí es de donde los boticarios, los charlatanes y otros hechiceros sacan las inmundicias que los pobres y los afligidos pagan después tan caro con el sudor de sus frentes. Se...
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