El y yo

BAJO EL EFECTO DE SUS OJOS
A finales de invierno, mi madre llegó a la conclusión de que estaba deprimida, seguramente porque no tenía muchos amigos, pasaba la mayor parte del tiempo en casa, tumbada, leyendo el mismo libro una y otra vez. Casi nunca comía i dedicaba buena parte di mi tiempo libre a pasar de todo.
Así que mi madre, con una buena dosis de su preocupación i con las prueba de misupuesta “depresión”, me llevo al médico para ver si me diagnosticaba alguna enfermedad que le pusiese nombre a lo que me pasaba. El doctor Clemente me reviso el interior de las oídas, los ojos, me pudo un palo a la boca mientras yo intentaba decir: “aaaa...”, recuerdo que de pequeña me regalaban el palo, puede que con 16 años lo más juste hubiese sido un vale para un buen desayuno o una entradapara la próxima fiesta discotequera que se programase.
Pero después de esa inspección técnica a que me tuve que someter, la conclusión fue que la solución a mi estado era compartirlo con otras personas en un grupo de apoyo que se realizaba en el Hospital del Mar de Barcelona una vez por semana, los miércoles, tenía que explicar todos los que, como, porque, cuando…que se me pasasen por la cabeza.
Iahí estaba yo, sentada en una silla con otros que formábamos un círculo, de derecha a izquierda veía gente con la cara más triste del mundo. El grupo era de lo más deprimente, por supuesto, pero si yo estaba dentro de él, alomejor era la persona más deprimente del mundo. Si a tanta alegría le sumamos la olor a laboratorio que desprendía esa sala, tenemos como resultado que cada vez que tenía queasistir al grupo de apoyo, tenía la sensación de ser uno de aquellos ratoncitos de laboratorio que busca desesperadamente el trozo de queso, después de correr un laberinto.
Por primera vez en unos cuantos meses llegue a una decisión: BASTA…!! Eso era inaguantable, fue mi culpa porque yo había provocado encontrarme allí, pero no tuve muchos inconvenientes para oferirle a mi madre argumentossuficientes para sacarme de allí.
Ella acepto a cambio de que cambiase yo también, tuve que hacer un trabajo personal de la superación d’aquella melancolía que traía encima, para mi i pera hacer feliz a mi madre. Haríamos las últimas sesiones y lo dejaríamos.
El ultimo día de “terapia de ratoncito deprimido” conocí a Jordi, era alto, rubio, y con unos ojos de lo más azul, un chico guapo. La primeratoma de contacto no fue muy original, yo esperaba en el parking a que mi madre me recogiese, había una niebla que no dejaba ver nada y si ya me molesta esperar, encontrarme en aquél lugar tan tapado no me hacía ni piza de gracia y no quería llamarla al móvil por aquello de que si estaba conduciendo, no molestes, no toques la pera, etc. Me estaba mirando el móvil cuando escuché un “hola” que noesperaba. Los ojos azules y la voz suave en un principio me sobresaltaron, pero ante la presencia de un chico guapo tuve que disimular con el mejor estilo, que no me había asustado, tan solo me ponía bien para atender a su saludo.
Me dijo si quería ir a ver una película con él, mi sentido de la responsabilidad dijo que no, pero de mi boca brotó un “si” que no pude retener. Llamé a mi madre para decirleque no viniera, que iba a casa de un amigo a ver una peli y ella aceptó, incluso me sorprendió, tuve que mirar el móvil para comprobar si había llamado a mi madre o por el contario, a alguna amiga que me seguía la corriente. Pero no, en la pantalla ponía “mama” y la mama me había dejado ir con un desconocido a ver una película.
No recuerdo qué película miramos, sólo recuerdo una pregunta susurradaal oído: “¿Sabes bailar…? Por un momento me vi bailando break dance en el comedor o imitando el Moon Walker de Michael Jackson por el pasillo de aquella casa. Pero no, lo que Jordi quería bailar era algo parecido a un paseo entre las nubes, flotar ingrávida y todas esas sensaciones me las producían unos ojos azules y una sonrisa perfecta.
La primera cosa relacionada con la realidad que recuerdo...