Elena Garro

Páginas: 26 (6359 palabras) Publicado: 24 de mayo de 2012
Elena Garro (Mexiko, 1920-98):

Por su parte, Paz me exigía: “¡Debes aprender a decir: no!”... Tenía mucha razón, y si lo hubiera aprendido a tiempo, no hubiera dicho “sí” aquella mañana de 1937 en la que yo debía examinarme de latín y en la que se atravesaron entre el examen y yo Paz y sus amigos, tiraron mis libros bajo la escalera de una oficina sucia y me ordenaron callar cuando escucharala fecha de mi nacimiento. Todo iba de prisa y a paso militar. Subimos la escalera y llegamos a un despacho en el que un hombre de gafas leyó, según me enteré después, la epístola de Melchor Ocampo, que, también lo supe después, es la epístola laica del matrimonio en México. Me aburrió el texto y me senté en un sofá de bejuco, ¡no tenía mucha calidad literaria! “¡Póngase de pie, que se estácasando!”, exclamó indignado el oficinista, que resultó ser don Próspero Olivares Sosa, el juez casamentero de México. [...] Pensé en el examen y no escuché la fecha de mi nacimiento, y resultó que en el acta que firmé tenía más años para resultar mayor de edad. (“A mí me ha ocurrido...”: 41f.)

Los recuerdos del porvenir (1963)
En aquellos días Julia determinaba el destino de todos nosotros y laculpábamos de la menor de nuestras desdichas. Ella parecía ignorarnos, escondida en su belleza. (24)
Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Sólo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variadoespejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga. (9)
Desde esta altura me contemplo: grande, tendido en un valle seco. Me rodean unas montañas espinosas y unas llanuras amarillas pobladas de coyotes. Mis casas son bajas, pintadas de blanco, y sus tejados aparecen resecos por el sol obrillantes por el agua según sea el tiempo de lluvias o de secas. Hay días como hoy en los que recordarme me da pena. Quisiera no tener memoria o convertirme en el piadoso polvo para escapar a la condena de mirarme. (9)
Su presencia no nos era grata. Eran gobiernistas que habían entrado por la fuerza y por la fuerza permanecían. Formaba parte del mismo ejército que me había olvidado en este lugarsin lluvias y sin esperanzas. Por su culpa los zapatistas se habían ido a un lugar invisible para nuestros ojos y desde entonces esperábamos su aparición [...] En la espera yo estaba triste, vigilado de cerca por esos hombres taciturnos que surtían a los árboles de ahorcaos. Había miedo. El paso del general nos producía temor. (13)
Años van y años vienen y yo, Ixtepec, siempre esperando. (270)No cabía duda, se trataba de un extranjero. Ni yo ni el más viejo de Ixtepec recordábamos haberlo visto antes. (38)
Decían que se la había robado muy lejos, ninguno sabía precisar dónde, y decían también que eran muchos los hombres que la habían amado. (40)
No supimos quién recogió el cuerpo de Damián, pues cuando amaneció ya estaba tendido en la Comandancia Militar. Nosotros pasamos frente aledificio y frente a los balcones del hotel, pero no logramos oír nada. En los dos lugares se guardaba el secreto y lo único que supimos era lo que ya sabíamos: que Damián Álvarez había muerto es noche cerca de la entrada del Hotel Jardín. (113)
Justo Corona no lo olvidó. Tiró su pistola al río, y a nadie le dijo nunca qué hizo la noche de la muerte de Damián, pues volvió al hotel cuando ya rayabael día. (115)
En esta calle hay una casa grande, de piedra, con un corredor en forma de escuadra y un jardín lleno de plantas y de polvo. Allí no corre el tiempo: el aire quedó inmóvil después de tantas lágrimas. El día que sacaron el cuerpo de la señora de Moncada, [...] (10)
La Revolución estalló una mañana y las puertas del tiempo se abrieron para nosotros. (34)
Un silencio sombrío se...
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