Elizabeth Von R

Páginas: 75 (18684 palabras) Publicado: 6 de septiembre de 2015
5. Señorita Elisabeth von R.
(Freud)

En el otoño de 1892, un colega de mi amistad me pidió
c|ue examinase a una joven dama que desde hacía más de
dos años padecía de dolores en las piernas y caminaba mal.
Agicgó a su solicitud que consideraba el caso como una
histeria, aunque no se hallara en él nada de los signos habituales de la neurosis. (Conocía un poco a la ianiilia y sabía
que en losliltimos años se habían abatido sobre ella muchas
desdichas y muy pocas cosas alegres le pasaban. Primero había muerto el padre de la paciente; luego su madre debió
someterse a una seria operación de los ojos, y poco después
una hermana casada sucimrbió, tras un parto, a una vieja
dolencia cardíaca. En todas esas penas y todo ese cuidar enfermos nuestra paciente había tenido la mayor participación.
Noavancé mucho más en el entendimiento del caso después que hube visto ]uir primera \'ez a esta señorita de veinticuatro años. Parecía inteligente y psíquicamente normal,
y sobrellevaba con espíritu alegre su j-iadecer, que le enervaba todo trato y todo goce; lo sobrellevaba con la «bclle
iiuliffcrencc» de los histéricos,^ no pude menos que pensar
yo. C-aminaba con la parte superior del cuerpoinclinada hacia adelante, pero sin apoyo; su andar no respondía a ninguna de las maneras de hacerlo conocidas por la patología,
y por otra parte ni siquiera era llamativamente torpe. Sólo
que ella se quejaba de grandes dolores al caminar, y de una
fatiga cjue le sobrevenía muy rápido al hacerlo y al estar de
pie; al poco rato buscaba una postura de reposo en que los
dolores eran menores, pero en modoalguno estaban ausentes. El dolor era de naturaleza imprecisa; uno podía sacar
tal vez en limpio; era una fatiga dolorosa. Una zona bastante
grande, rnal deslindada, de la cara anterior del muslo derecho
era indicada como el foco de los dolores, de donde ellos partían con la inayor frecuencia y alcanzaban su máxima intensidad. Empero, la piel y la inusculatura eran ahí particularmente sensibles ala presión y el pellizco; la punción con
' [Frcud vuelve a citar esta frase en «La represión» Í1915¿), AE,
14, pa'g. 150, atribuyéndola a Charcot.]

151

agujas se recibía de manera más bien indiferente. Esta misma hiperalgesia de la piel y de los músculos no se registraba
sólo en ese lugar, sino en casi todo el ámbito de ambas
piernas. Quizá los músculos eran más sensibles t|uc la piel
al dolor;ineciuívocamente, las dos clases de sensibilidad
dolorosa se encontraban más acusadas en los muslos. No
podía decirse que la fuerza motriz de las piernas fuera escasa; los reflejos eran de mediana intensidad, y faltaba cualquier otro síntoma, de suerte ciue no se ofrecía ningún asidero para suponer una afección orgánica más seria. La dolencia se había desarrollado poco a poco desde hacía dos
años,y era de intensidad variable.
No me resultaba fácil llegar a un diagnóstico, pero fui de!
mismo parecer que mi colega, por dos razones. En primer
lugar, era llamativo cuan imprecisas sonaban todas las indicaciones de la enferma, de gran inteligencia sin embargo,
acerca de los caracteres de sus dolores. Un enfermo que padezca de dolores orgánicos, si no sufre de los nervios {ncrvos} además de esosdolores, los describirá con precisión y
tranquilidad; por ejemplo, dirá que son lacerantes, le sobrevienen con ciertos intervalos, se extienden de esta a estotra
parte, y que, en su opinión, los provoca tal o cual influjo.
El neurasténico'-' que describe sus dolores impresiona como
si estuviera ocupado con un difícil trabajo intelectual, muy
superior a sus fuerzas. La expresión de su rostro estensa
y como deformada por el imperio de un afecto penoso; su
voz se vuelve chillona, lucha para encontrar las palabras,
rechaza cada definición que el médico le propone para sus
dolores, aunque más tarde ella resulte indudablemente la
adecuada; es evidente, opina que el lenguaje es demasiado
pobre para prestarle palabras a sus sensaciones, y estas mismas son algo único, algo novedoso que uno no...
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