Ella

Cada vez que abría la boca, cada cosa que decía, cada sonido que salía de sus labios aunque tan escasos le envolvían como jamás nadie pudo lograrlo, estaba viviendo en una de esas historias quetanto le fastidiaban, esas historias de amor, castillo y princesa. Una mujer rara, de esas que poco llaman la atención, de esas que a nadie le interesan, una mujer sin distintivo particular a la primeraimpresión, rara, callada, persuasible, del común, de esas con las que no se sueña, de esas que siempre se quedan solas.
Todo había empezado en aquel verano, aquella tarde con ese olor característicodel sol, con ese ambiente pesado en el aire, pero que evocaba que sería un día diferente al resto, le marcaría, el primero del resto su vida. La primera vez que hablaron fue más un compromiso que otracosa, pero reitero, cada vez que ella abría su boca así fuera para simplemente reír le envolvía. Cada vez estaba más interesado en aquella mujer y cuando llegó la hora de la despedida, decidióacompañarla a su casa y así sin más ni más, en un arrebato de su instinto se aproximó a sus labios a lo que ella sin dudarlo correspondió. Se volvió costumbre y vicio para los dos, sobretodo ella se veíaenamorada, una mujer muy persuasible con susceptibilidad a la palabrería. Para él era fácil, las mujeres eran su debilidad carnal, estaba acostumbrado a envolverlas y desecharlas, pero esta vez había algodiferente.
Era noche ya, las siete daba el reloj, de repente se dio cuenta que no hacía más sino pensar en ella, que se había convertido en su mundo esa mujer tan simple, tan normal, tan de pocoatractivo le resultaba la más interesante y que después de tanto haber vivido, después de tantas mujeres a sus pies había una que por el contrario lo amarraba a él. Cada cosa que compartían eramaravillosa, una historia diferente cada día, así no fuera más que un café; lo más extraño que le pasó fue la gana de escuchar su palabra y acariciar sus mejillas, sin deseo de nada más, sin la gana de...